ESTRELLAS URBANAS
-Por Marcelo E. Miraglia-
Todas las noches antes de ir a dormir, he tomado la costumbre de contemplar el firmamento desde el patio de casa. Desde aquí como en cualquier gran ciudad se ven pocas estrellas. En mi caso particular solamente puedo observar una pequeña franja, ya que muchos edificios altos rodean el lugar donde vivo. De todas maneras, en las noches límpidas y serenas, ellas lucen espléndidas. Esta observación produce en mí, pensamientos referidos a la grandeza y pequeñez del ser humano.

Compararme con la inmensidad de todo lo creado por Dios me deja perplejo. Muchas veces junto a mis hijos cumplimos con este hermoso ritual.
Al ver en silencio la inmensidad, afloran ciertos recuerdos que forman parte de mi más tierna infancia. Realizo como un pequeño viaje hacia mi pasado, cuando solo contaba con ocho años junto a mis dos hermanos y mi abuela Teresa. Ella - como mujer de campo acostumbrada a observar y leer la naturaleza- nos enseñaba el nombre de las estrellas, y lo hacía de la siguiente manera: -“¡Miren chicos!”- Decia señalando una terna de estrellas en línea recta-. “Esas son Las tres Marías”. -–Nosotros en silencio las observábamos admirados por su belleza. –“¡Vean aquellas otras! Forman La Cruz del Sur “-Todos girábamos la cabeza y encantados las mirábamos.” - “¡De madrugada muy tempranito podrán ver al Lucero, que es muy brillante!” Todo esto ocurría junto a una gran luna radiante que nos bañaba con su luz de plata. Es en ese preciso instante cuando la abuela Teresa comenzaba a narrarnos anécdotas e historias familiares de varias generaciones anteriores. Atrapaba nuestra atención y nosotros le preguntábamos detalles de las mismas. Ella nos respondía con nuevas anécdotas que desbordaban en creatividad. ¡Cuántas cosas aprendimos de ella! Las personas, es evidente que también nos vamos formando en esos hermosos diálogos. De esta manera tan sutil y delicada se transmiten aquellos valores que llevaremos por siempre en el corazón. Con el correr del tiempo descubrí que mi abuela, a nosotros, sus nietitos tan queridos, nos dejó el mejor de todos los legados.
Hoy ya no en mi pueblo, sinó viviendo en la ciudad y mirando las estrellas urbanas junto a mis hijos, valoro muchísimo aquellas vivencias, y comparto con ellos esas mismas historias de familia. Tal vez la abuela Teresa nos esté saludando desde una brillante estrella.
“Los que enseñan a muchos la justicia, lucirán como las estrellas por toda la eternidad”. (Dn. 12,3.).
Para la reflexión:
¿Qué lugar ocupa el diálogo en nuestra familia?
¿Qué valores sembramos en ella? |