MEDITACIÓN DIARIA
DEL EVANGELIO - JULIO 2025
-Por Padre Jesús Antonio Weisensee Hetter-
Intención del papa para el mes de julio: Oremos para que aprendamos cada vez más a discernir, saber elegir caminos de vida y rechazar todo lo que nos aleje de Cristo y del Evangelio.

Martes 01
Santa Ester
Gn 19, 15-29; Sal 25, 2-3.9-12; Mt 8, 23-27
Evangelio: En aquel tiempo, subió Jesús a la barca y sus discípulos lo siguieron. En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; Él dormía. Se acercaron y lo despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Él les dice: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?». Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados: «¿Quién es este qué hasta el viento y el mar lo obedecen?».
Reflexión: Para los hebreos, el mar albergaba a las fuerzas del mal. En ese pasaje vemos cómo esas fuerzas zarandean y procuran hundir a la barca (la Iglesia). En tanto, Jesús duerme. Sus discípulos son perseguidos y hostilizados, pero Él no reacciona. ¿Cuántas veces nos sentimos así, con el agua hasta el cuello y sin la mano del Señor que nos rescate? Jesús, sin embargo, nos explica de dónde viene ese miedo: de nuestra falta de fe, de nuestra poca o nula confianza en Él. Por eso, cuando estemos en medio de tormentas y nos da la impresión de que el Señor está dormido, que se ha desinteresado de nosotros, sepamos que solo es la voz de nuestros temores. Todo es cuestión de tener fe en Él.
Oración: Señor, fortalece nuestra débil fe para no dejarnos vencer por las tormentas de la vida.
Miércoles 02
Nuestra Señora del Huerto
Gn 21, 5.8-20; Sal 33, 7-8.10-13; Mt 8, 28-34
Evangelio: En aquel tiempo, llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos. Desde el sepulcro dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Y le dijeron a gritos: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?». A cierta distancia, una gran piara de cerdos estaba paciendo. Los demonios le rogaron: «Si nos echas, mándanos a la piara». Jesús les dijo: «Vayan». Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo al mar y se murieron en las aguas. Los cuidadores huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. Entonces el pueblo entero salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio.
Reflexión: La presencia del Señor no pasa desapercibida, atrae multitudes. Siempre causa alboroto, la gente lo quiere ver, tocar, pedir que los cure. Lo mismo sucede con estos endemoniados, perciben su fuerza liberadora y salen a su encuentro. Pero más que ellos, hablan las fuerzas del mal que los atormentan. Saben que, ante Jesús, el Hijo de Dios, ya están derrotadas, por eso, piden al menos volver a su lugar de dominio: los cerdos (animales impuros para los judíos) y el mar. Frente a Jesús, el mal anda en retroceso. Sin embargo, no todos se alegran de esta Buena Noticia. Los gadarenos ven amenazados sus intereses y prefieren a Jesús lejos de sus tierras.
Oración: Padre santo, danos apertura de corazón para acoger siempre la salvación que nos ofreces por medio de tu hijo.
Jueves 03
Santo Tomás, apóstol (F)
Ef 2, 19-22; Sal 116, 1-2; Jn 20, 24-29
Evangelio: Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «La paz a ustedes». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Por qué me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».
Reflexión: La figura de Tomás, el que exige ver para creer, representa a los incrédulos de todos los tiempos. Muchos de nosotros quizás nos vemos retratados en él. Una semana antes se había presentado el Señor sin que él esté en la asamblea. Por eso quizás se siente con el derecho de exigir lo mismo que han visto los otros. Ese día, Jesús les había infundido su Espíritu y los envió a anunciar su Buena Nueva. Curiosamente, el primer evangelizado es Tomás, aunque, de momento, él se deje dominar por el escepticismo. Ocho días después se presenta de nuevo el Resucitado, ha aceptado el desafío del apóstol. No obstante, esta vez, abre su corazón y pronuncia el mayor acto de fe hasta ese momento: «¡Señor mío y Dios mío!».
Oración: Permite, Señor Jesús, que nosotros también seamos bienaventurados por creer sin haber visto.
Viernes 04
Santa Isabel de Portugal (ML)
Gn 23, 1-4.19; 24, 1-8.62-67; Sal 105, 1-5; Mt 9, 9-13
Evangelio: En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Y estando en la casa, sentado a la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que su maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Vayan, aprendan lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificios”, que no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».
Reflexión: Jesús desconcertaba a mucha gente religiosa de su tiempo. ¿Cómo un hombre de Dios podía mezclarse con pecadores públicos? ¿No ponía así en duda su propia moralidad? Para los fariseos no solo hay que mantener lejos el pecado, sino también a los pecadores. Jesús, en cambio, distingue entre las personas y sus actos. Por eso, no tiene problemas en llamar a un publicano, Mateo, y acudir a su mesa. La justificación de su actitud es clara: Dios hace lo mismo, Él aprecia más la misericordia que los sacrificios. En lugar de ahuyentar a los pecadores, los atrae con su amor. Así es Dios.
Oración: Señor Jesús, enséñanos a ser personas misericordiosas como lo eres tú.
Sábado 05
San Antonio María Zaccaría, presbítero (ML)
Gn 27, 1-5.15-29; Sal 134, 1-6; Mt 9, 14-17
Evangelio: En aquel tiempo, los discípulos de Juan se acercan a Jesús, preguntándole: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque revientan los odres: se derrama el vino y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos y así las dos cosas se conservan».
Reflexión: Este pasaje nos presenta dos ejemplos para una misma enseñanza: la novedad de creer y seguir a Jesús. Ser discípulos suyos implica una nueva manera de ser y actuar y, por tanto, transforma nuestra forma de mirar la vida y posicionarnos en ella. Una fe en Él solo de palabra no pasa de ser un barniz superficial. Por eso, afirma, que nadie remienda una ropa usada con tela nueva, porque cuando sea lavada, la tela nueva hará que la rotura de la ropa sea aún mayor. Solo existe una posibilidad: «A vino nuevo, odres nuevos»; de lo contrario, se corre el riesgo de perder todo. Seguir a Jesús, pues, implica tener nuevas actitudes, nuevas disposiciones y, principalmente, vivir en comunión con Dios y con el prójimo.
Oración: Señor Jesús, nos es difícil desprendernos de lo viejo, por eso auxílianos con tu gracia.
Domingo 06
XIV del Tiempo Ordinario
Is 66, 10-14c; Sal 65, 1-5.16.20; Ga 6, 14-18;
Lc 10, 1-12.17-20; F. B. Lc 10, 1-9
Evangelio: En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los envió por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir Él. Y les decía: «La cosecha es abundante y los obreros pocos; rueguen, pues, al dueño de la cosecha que mande obreros a recogerla. ¡Pónganse en camino! Miren que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan primero: «Paz a esta casa». Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos la paz; si no, volverá a ustedes. Quédense en la misma casa, coman y beban de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No anden cambiando de casa. Si entran en un pueblo y los reciben bien, coman lo que les pongan, curen a los enfermos que haya, y digan: “Está cerca de ustedes el Reino de Dios”. Cuando entren en un pueblo y no los reciban, salgan a la plaza y digan: “Hasta el polvo de esta ciudad, que se nos ha pegado a los pies, lo sacudimos sobre ustedes. De todos modos, sepan que está cerca el Reino de Dios”. Yo les digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad». Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les contestó: «He visto a Satanás caer del cielo como un rayo. Miren: les he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y para dominar todo poder del enemigo. Y nada les hará daño alguno. Sin embargo, no estén alegres porque se les sometan los espíritus; alégrense más bien de que sus nombres estén inscritos en el cielo».
Reflexión: Jesús involucra a sus discípulos en su misión del anuncio del Reino de Dios, y así también los capacita para la tarea que desempeñarán más adelante. Les exige confianza y desprendimiento, ya que la misión no es suya, es de Dios. Por eso, deben partir con la confianza puesta en Él, y no en sus propias fuerzas ni en los medios materiales. Pero tampoco les deja hacerse ilusiones, parten como «corderos en medio de lobos». Con todo, lo principal es que anuncien que el Reino de Dios, el mundo según el proyecto del Padre, ya está cerca. Y más que por los éxitos en la misión, los discípulos deben alegrarse porque ahora sus nombres están escritos en el cielo, tienen un lugar en el corazón de Dios.
Oración: Señor, danos valentía y confianza en ti para poder anunciar tu Evangelio allí donde tú nos envíes.
Lunes 07
San Fermín, obispo
Gn 28, 10-22a; Sal 90, 1-4.14-15; Mt 9, 18-26
Evangelio: En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un jefe de los judíos que se arrodilló ante Él y le dijo: «Mi hija acaba de morir. Pero ven a imponerle tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. Entre tanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, pensando que con solo tocarle el manto se curaría. Jesús se volvió y al verla le dijo: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha salvado». Y en aquel momento quedó curada la mujer. Jesús Llegó a casa de aquel jefe y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: «¡Retírense! La niña no está muerta, está dormida». Se reían de Él. Cuando echaron a la gente, entró Él, tomó a la niña de la mano y ella se levantó. La noticia se divulgó por toda aquella comarca.
Reflexión: Este pasaje nos presenta dos testimonios de fe en el Señor. Por un lado, un magistrado le suplica a Jesús por la vida de su hija. Aunque acaba de morir, tiene tanta fe en el Señor, que confía en que puede devolverle la vida. En ese tiempo se pensaba que el espíritu rondaba cerca del difunto por unos días y existía la posibilidad de que retornara al cuerpo y el muerto reviviera. Esta parece ser la idea que el padre tenía en mente. Ante semejante confianza, Jesús no dice nada, solo lo sigue. Y es esta fe en el Señor justamente la que le devuelve la vida a su hija. Por otro lado, la mujer hemorroísa también muestra una fe semejante. Por eso, es curada y queda restaurada su dignidad, ya no debía aislarse de la sociedad debido a su enfermedad.
Oración: Señor Jesús, danos una fe firme en ti para que no nos agobien las dificultades de la vida.
Martes 08
Santos Aquila y Priscila
Gn 32, 23-32; Sal 16, 1-3.6-8.15; Mt 9, 32-38
Evangelio: En aquel tiempo, le llevaron a Jesús un endemoniado mudo. Y después de echar al demonio, el mudo habló. La gente decía admirada: «Nunca se ha visto en Israel cosa igual». En cambio, los fariseos decían: «Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios». Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dice a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rueguen, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Reflexión: Jesús anuncia el Reino de Dios no solo con sus enseñanzas, sino también sanando dolencias y enfermedades. Sin embargo, no todos querían ver en sus obras la fuerza de Dios, más bien pretendían desprestigiarlo acusándolo de actuar bajo el poder de Belcebú. Su argumento es tan ilógico que Jesús ni siquiera se detiene a contestarles. Sigue adelante con la obra que el Padre le confiaba. Esto le permite constatar la realidad: las necesidades son muchas, hay multitudes desorientadas, como «ovejas sin pastor». Por eso, el busca constituir un grupo de pastores que actúen según el corazón del Padre: siempre guiados por la misericordia. Todos, por tanto, estamos llamados a participar en la misión de la Iglesia.
Oración: Señor, danos un corazón compasivo como el tuyo para que sepamos ver las necesidades de tu pueblo.
Miércoles 09
Nuestra Señora de Itatí
Gn 41, 55-57; 42, 5-7.17-24a; Sal 32, 2-3.10-11.18-19; Mt 10, 1-7
Evangelio: En aquel tiempo, Jesús, llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, el de Alfeo, y Tadeo; Simón, el de Caná, y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayan a tierra de paganos ni entren en las ciudades de Samaria, sino vayan a las ovejas descarriadas de Israel. Vayan y proclamen que ha llegado el Reino de los Cielos».
Reflexión: Cada evangelizador que comparte de alguna manera la misión de los apóstoles, todo predicador de la Palabra, todo cristiano debe dar signos concretos de que el Reino de Dios ya ha llegado. Por eso, Jesús transmite a sus discípulos su misma autoridad. Como Él, ellos también pueden expulsar las fuerzas del mal y hacer frente a las dolencias que aquejan a las personas. Jesús, pues, nos da la capacidad para estar atentos más a los sufrimientos de la gente que a sus faltas. Esas son las señales que atestiguan que los mensajeros son realmente enviados de Dios. Todas están relacionadas con el amor, con la solidaridad, con el poder sobre el mal que agobia y entristece la vida.
Oración: Señor, ayúdanos para que nuestra predicación sea coherente con la vida que llevamos.
Jueves 10
Ss. Agustín Zhao Rong, Pbro., y Comps., Mrs. (ML)
Gn 44, 18-21.23b-29; 45, 1-5; Sal 104, 16-21; Mt 10, 7-15
Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Vayan y proclamen que ha llegado el Reino de los Cielos. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, arrojen demonios. Gratis han recibido, den gratis. No se procuren en la faja oro, plata ni cobre; ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entren en una ciudad o aldea, averigüen quién hay allí de confianza y quédense en su casa hasta que se vayan. Al entrar en una casa, salúdenla con la paz; si la casa se lo merece, su paz vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a ustedes. Si alguno no los recibe o no escucha sus palabras, al salir de su casa o de la ciudad, sacudan el polvo de los pies. En verdad les digo que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra, que a aquella ciudad».
Reflexión: Jesús educa a sus discípulos (los que proseguirán su obra) en la práctica. El centro de su mensaje es sencillo: «Vayan, anuncien que el Reino de Dios está cerca». Estas palabras van acompañadas con gestos concretos: aliviar los padecimientos que aquejan a la gente y derribar las fuerzas que los causan. Es así como se hace visible que el Reino de Dios está tomando cuerpo en este mundo. Por otro lado, el Maestro también precisa las condiciones en que se realiza esta misión. Nada de buscar falsas seguridades (dinero, vestimentas, estrategias), pues el dinamismo de la misión no depende de los enviados, sino del que envía. El discípulo misionero deposita su confianza en Dios más que en sí mismo.
Oración: Señor Jesús, tú llamas a todos los bautizados a participar en tu misión. Ilumínanos para hacer presente el Reino en medio de la cotidianidad de la vida.
Viernes 11
San Benito, abad (MO)
Gn 46, 1-7.28-30; Sal 36, 3-4.18-19.27-28.39-40;
Mt 10, 16-23
Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Miren que yo los envío como ovejas entre lobos; por eso, sea sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero ¡cuidado con la gente!, porque los entregarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas y los harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando los entreguen, no se preocupen de lo que van a decir o de cómo lo dirán: en aquel momento se les sugerirá lo que tienen que decir, porque no serán ustedes los que hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por ustedes. El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán. Y ustedes serán odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra. En verdad les digo que no terminarán con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del Hombre».
Reflexión: Jesús no anda con rodeos, no maquilla su mensaje para ganarse más adeptos. El busca personas que asuman con convicción los desafíos de la misión. El contexto no es sencillo, mucho menos lo fue en los inicios del cristianismo. Los misioneros eran enviados como «ovejas en medio de lobos». En vez de aplausos, era más seguro que reciban rechazo, azotes, y expulsiones de las ciudades. Con todo, esos mismos padecimientos ya eran de por sí testimonio. Ellos debían afrontarlos seguros de una cosa: Dios está de su parte y nunca los deja solos. El garante de la misión ayer y hoy es el Señor, no nosotros.
Oración: Señor, infúndenos tu fortaleza para afrontar con valentía las consecuencias de una vida cristiana coherente.
Sábado 12
San Juan Gualberto, abad
Gn 49, 29-33; 50, 15-26a; Sal 104, 1-4.6-7; Mt 10, 24-33
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro y al esclavo como su amo. Si al dueño de casa lo han llamado Belcebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengan miedo, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse. Lo que les digo en la oscuridad, díganlo a la luz, y lo que les digo al oído, pregónenlo desde la azotea. No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; teman al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”. ¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga su Padre. Pues ustedes hasta los cabellos de la cabeza tienen contados. Por eso, no tengan miedo: valen más ustedes que muchos gorriones. A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».
Reflexión: El misionero no parte por cuenta propia, lleva el encargo que le ha confiado alguien más, Jesús, en nuestro caso. El referente es el que envía. Tampoco podemos esperar recibir mucho más que Él. Si al Maestro lo rechazaron, también harán lo mismo con sus discípulos. La aspiración del cristiano es procurar ser como Jesús, asimilar su forma de ser y actuar. Por eso, frente a la persecución, como Jesús, la respuesta es la confianza, confianza en Él y en el Padre del cielo, que tiene contados incluso nuestros cabellos. En nada le somos ajenos, Él está atento a todo lo que nos sucede.
Oración: Alimenta, Padre santo, nuestra confianza en ti para que nunca nos domine el miedo.
Domingo 13
XV del Tiempo Ordinario
Dt 30, 10-14; Sal 68, 14.17.30-31.33-34.36-37; Col 1, 15-20;
Lc 10, 25-37
Evangelio: En aquel tiempo, se presentó un maestro de la ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?». Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo». Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida eterna». Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?». Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos que lo asaltaron, lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, se desvió y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo se desvió y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, sintió compasión, se le acercó, le vendó las heridas, después de habérselas limpiado con aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al encargado, le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?». Él contestó: «El que practicó la misericordia con él». Jesús le dijo: «Vete, y haz tú lo mismo».
Reflexión: «Amar al prójimo», una frase tan repetida que, quizás, ni entendemos lo que significa. Pero Jesús hoy nos lo explica con un caso concreto. Resulta, cuenta Él, que un hombre es asaltado y dejado medio muerto por los malhechores. ¿Quién lo iba a auxiliar? Esperamos que fuera el primero que lo encuentre. Sorprende, sin embargo, que la «gente buena» de ese tiempo, un sacerdote y un levita, sean incapaces de compadecerse. Se hacen los locos y prosiguen su camino a Jericó. En cambio, un samaritano, un hereje y de moralidad dudosa para los judíos, es quien lo auxilia. Gasta su tiempo y su dinero para remediar el dolor ajeno. Allí está la respuesta: más que saber quién es mi prójimo, lo fundamental es hacerse prójimo de los demás, más aún del caído.
Oración: Señor Jesús, enséñanos a ser misericordiosos con los sufrimientos de los demás tal como lo eres tú.
Lunes 14
San Camilo de Lelis, presbítero
Ex 1, 8-14.22; Sal 123, 1-8; Mt 10, 34—11, 1
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No piensen que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, sino espada. He venido a enemistar al hijo con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad les digo que no perderá su recompensa». Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en otras ciudades.
Reflexión: El seguimiento de Jesús es a la vez apasionante y duro. Incluso al interior de las familias pueden suscitarse conflictos por su causa. Optar por Cristo puede acarrear, pues, exigencias radicales, puede desencadenar la oposición de los seres queridos más cercanos. Ahora bien, tengamos presente la estructura familiar de entonces. Las familias en Israel seguían un esquema patriarcal. El padre era la autoridad en la casa. Contravenir su voluntad equivalía a ofenderlo. No debió ser fácil que alguien de la familia abrace la fe sin generar oposición. Por eso, Jesús plantea ir más allá de esta estructura y construir la gran familia de hermanos, sin jefes patriarcales.
Oración: Gracias, Señor Jesús, por integrarnos a tu gran familia, que ha nacido del agua y el Espíritu que nos has dado en el Bautismo.
Martes 15
San Buenaventura, obispo y doctor (MO)
Ex 2, 1-15a; Sal 68, 3.14.30-31.33-34; Mt 11, 20-24
Evangelio: En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Pues les digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a ustedes. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Pues les digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti».
Reflexión: ¿Qué estoy haciendo con la gracia recibida, con la oportunidad que el Señor me regala para acoger su Evangelio? Este es el cuestionamiento que nos plantea el evangelio de hoy. Cafarnaún, Corozaín y Betsaida son las ciudades donde Jesús predicó por más tiempo y realizó un gran número de milagros. Lo esperable era que ellos, más que nadie, mostraran signos de conversión, que acojan el mensaje de Jesús. Sin embargo, no fue así, no correspondieron al don recibido; por eso, Jesús les reprocha su apatía y su dureza de corazón. Para sacudirlos, les dice que, con semejante oportunidad, más fácil hubiera sido que se conviertan Sidón (tierra pagana) y Sodoma. Otros pueden darnos mayores muestras de fe.
Oración: Nosotros creemos conocerte, Señor Jesús, pero ayúdanos a mostrarlo con nuestra vida.
Miércoles 16
Bvda. Virgen María del Monte Carmelo (ML)
Ex 3, 1-6.9-12; Sal 102, 1-4.6-7; Mt 11, 25-27
Evangelio: En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Reflexión: Este texto debemos interpretarlo con cuidado. Jesús no descarta a los sabios e inteligentes, los que ponen su seguridad en sus capacidades. Ellos también podrían acoger su mensaje, pero necesitan seguir el ejemplo de los pequeños. Es decir, aquellos que se dejan guiar por el Espíritu, que son dóciles a su manifestación, la aceptan y la viven. Ellos son los que muestran mayor disposición para acoger la revelación del Padre del cielo, es decir, para aceptar a Jesús y su mensaje. Ellos saben que este es un don de Dios, no el resultado de su esfuerzo intelectual. Es, pues, el mundo de la gracia, el ámbito de la gratuidad.
Oración: Padre santo, danos sencillez y disponibilidad de corazón para acoger a tu Hijo y su Evangelio.
Jueves 17
Beatos Enrique Angelelli, Carlos de Dios Murias, Gabriel Longueville y Wenceslao Pedernera,
mártires de La Rioja
Ex 3, 13-20; Sal 104, 1.5.8-9.24-27; Mt 11, 28-30
Evangelio: En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Reflexión: Aprender de Jesús, he allí una gran definición de lo que significa ser cristianos. Seguirlo consiste en asimilar sus mismos sentimientos y actitudes. También supone dejarlo entrar en nuestras vidas, permitirle que Él la colme de sentido. Por eso nos dice: Vengan a mí cuando estén cansados y agobiados, cuando la vida los esté extenuando, cuando sientan que todo les sobrepasa. En esos momentos, más que nunca, nos invita a confiar en Él, porque Él dará descanso a nuestras almas, Él dará plenitud a nuestras vidas.
Oración: Gracias, Señor Jesús, porque sabemos que solo en ti hallaremos descanso.
Viernes 18
San Federico, obispo
Ex 11, 10—12, 14; Sal 115, 12-13.15-18; Mt 12, 1-8
Evangelio: En aquel tiempo, atravesó Jesús en sábado un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al verlo, le dijeron: «Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado». Les replicó: «¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes de la proposición, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino solo a los sacerdotes. ¿Y no han leído en la ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues les digo que aquí hay uno que es más que el templo. Si comprendieran lo que significa “quiero misericordia y no sacrificio”, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del Hombre es señor del sábado».
Reflexión: Las normas están al servicio de la realización del ser humano, por tanto, no son absolutas, deben atenerse a las circunstancias. El sábado fue una conquista del pueblo elegido, disponían de un día semanal para el descanso y el culto. Sin embargo, con el paso del tiempo se lo absolutizó tanto que hasta estaban contados los pasos que se podían caminar ese día. Así, un tiempo destinado a la alegría se tornó en una pesada carga. Jesús reacciona contra este legalismo. Amparado en su propia autoridad, en tanto Hijo de Dios, Él es el auténtico intérprete del sentido que debía tener el descanso sabático. Un principio es claro: Dios quiere misericordia más que sacrificios. Si ella fuera la que guía nuestros pasos nunca cederíamos a legalismos.
Oración: Señor, ayúdanos a ser libres en lo esencial, a saber darle su justa medida a las cosas.
Sábado 19
San Arsenio
Ex 12, 37-42; Sal 135, 1.23-24.10-15; Mt 12, 14-21
Evangelio: En aquel tiempo, al salir de la sinagoga, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí y muchos lo siguieron. Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Isaías: «Miren a mi siervo, mi elegido, mi amado, en quien me complazco. Sobre Él pondré mi Espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, nadie escuchará su voz por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará, hasta llevar el derecho a la victoria; en su nombre esperarán las naciones».
Reflexión: El enfrentamiento de Jesús con las autoridades judías se agudiza. ¿Motivo? Jesús se mostraba libre con respecto a las normas sabáticas. El legalismo es un mecanismo de poder, un medio para ejercer coacción sobre las personas. Con su comportamiento, el Maestro de Nazaret los dejaba al descubierto y amenazaba su dominio. Por eso, se confabulan para asesinarlo. Pero todavía no había llegado su hora, aún debía anunciar la Buena Nueva a otros pueblos. Así que prefiere marcharse del lugar. Mateo ve cumplido en la misión de Jesús el anuncio del profeta Isaías: Jesús ha venido a rescatar lo caído, a restablecer a los que apenas se mantienen de pie. No se alía con el poder, su amor está destinado a los últimos.
Oración: Señor Jesús, tú que no rompes la caña astillada, que no apagas la mecha humeante, ayúdanos a aprender de ti a ser instrumentos de la gracia y la misericordia del Padre.
Domingo 20
XVI del Tiempo Ordinario
Gn 18, 1-10a; Sal 14, 2-5; Col 1, 24-28; Lc 10, 38-42
Evangelio: En aquel tiempo, entró Jesús en un pueblo, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. En cambio, Marta estaba atareada con todo el servicio de la casa; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me ayude». Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y no se la quitarán».
Reflexión: Lo que pudiera ser una simple visita de cortesía se transforma en oportunidad para que Jesús trace un orden de prioridades para sus seguidores. Por un lado, Marta, la dueña de casa, se desvive en los quehaceres para atender a la visita. Por otro, su hermana María que, en cambio, adopta la actitud del discípulo, escucha la Palabra para aprender a vivir la propuesta de vida del Maestro. Jesús es claro en tres afirmaciones: 1) Marta está demasiado preocupada por muchas cosas, 2) una sola cosa es necesaria (¿cuál?), 3) María ha elegido la mejor parte. El Señor no reprocha las atenciones de Marta, pero la invita a tomar conciencia sobre qué es lo primero: la fuente de todo es la escucha del Maestro, la escucha de la Palabra. De allí viene lo demás.
Oración: Señor Jesús, concédenos la gracia de darte prioridad en todo momento, para que tú seas la razón de ser de nuestra vida.
Lunes 21
San Lorenzo de Brindis, presbítero y doctor (ML)
Ex 14, 5-18; Sal: Ex 15, 1-6; Mt 12, 38-42
Evangelio: En aquel tiempo, algunos escribas y fariseos dijeron a Jesús: «Maestro, queremos ver un signo tuyo». Él les contestó: «Esta generación perversa y adúltera exige una señal; pues no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo: pues tres días y tres noches estará el Hijo del Hombre en el seno de la tierra. Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás. Cuando juzguen a esta generación, la reina del sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón».
Reflexión: «Ver para creer», es una frase repetida a menudo por los escépticos. ¿Pero qué sucede cuando los signos los tenemos ante los ojos, pero nos negamos a ver lo que nos muestran? Los escribas y fariseos ya habían presenciado múltiples signos de Jesús. Si esos no les habían despertado la fe, ¿lo conseguiría acaso un milagro más? Ellos pretenden hacer de la fe un espectáculo, una actuación de magos. Por eso, Jesús les contesta con dureza. Si su intención fuera sincera, allí tienen la Sagrada Escritura, ella les bastaría para creer en Jesús. A ellos no se le ofrece más señal que la de Jonás. Se creen perfectos, pero son los más necesitados de conversión. En esto hasta los paganos (los ninivitas) les llevaban la delantera.
Oración: Señor, ablanda nuestros corazones para acoger tu Evangelio con humildad y compromiso.
Martes 22
Santa María Magdalena (F)
Ct 3, 1-4a; o bien 2 Co 5, 14-17; Sal 62, 2-6.8-9; Jn 20, 1.11-18
Evangelio: El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!». Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre suyo, al Dios mío y Dios suyo”». María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».
Reflexión: «Apóstol de los apóstoles», ese es el título con que cierta tradición reconoció siempre a María Magdalena. Recientemente, la Iglesia ha oficializado ese reconocimiento, y la liturgia celebra su día como fiesta, tal como se festeja a todos los apóstoles. Su fidelidad a Jesús fue total; incluso después de su crucifixión, ella siguió acudiendo a su tumba, una muestra de su gran amor. La resurrección, como para los demás discípulos, estaba lejos de sus horizontes. Por eso, al principio, solo buscaba el cuerpo del Maestro. Será Jesús mismo quien salga a su encuentro y le abra los ojos; y así su llanto y tristeza se transformarán en alegría pascual y Evangelio. Ella será encomendada por Cristo para ser la primera portadora de la Buena Noticia de la resurrección.
Oración: Señor, infúndenos la fe y fidelidad de santa María Magdalena para ser testigos creíbles de tu resurrección.
Miércoles 23
Santa Brígida, religiosa (ML)
Ex 16, 1-5.9-15; Sal 77, 18-19.23-28; Mt 13, 1-9
Evangelio: Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a Él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló muchas cosas en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda brotó en seguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron. Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra sesenta; otra, treinta. El que tenga oídos, que oiga».
Reflexión: ¿Por qué, aunque muchos escuchan la Palabra de Dios, no a todos convence ni entusiasma? ¿Por qué, a pesar de oír el mensaje de salvación, muchos siguen tan apáticos e indiferentes? Esas son las preguntas que están detrás de esta parábola. Jesús explica que la semilla no es negada a nadie, cae en cualquier terreno, incluso en aquel donde ni siquiera tiene posibilidades de germinar (el camino). Esa es la enorme generosidad del sembrador, es decir, de Dios. Por tanto, el problema no está en la semilla, sino en el terreno, en la disposición con que se la recibe. Aquí reside el desafío para que la Palabra escuchada cale los corazones y permita optar por vivir como Jesús nos propone.
Oración: Señor Jesús, limpia nuestras esterilidades para que también nosotros nos convirtamos en tierra fecunda para tu Palabra.
Jueves 24
San Francisco Solano, (MO)
Ex 19, 1-2.9-11.16-20b; Sal: Dn 3, 52-56; Mt 13, 10-17
Evangelio: En aquel tiempo, se le acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «Por qué les hablas en parábolas?». Él les contestó: «A ustedes se les han dado a conocer los secretos del Reino de los Cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: “Oirán con los oídos sin entender; mirarán con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”. Pero bienaventurados los ojos de ustedes porque ven y sus oídos porque oyen. En verdad les digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.
Reflexión: Nosotros pertenecemos a los que «han visto» aquello que los profetas y justos ansiaron ver. Nosotros conocemos la Buena Noticia de Jesús. Por lo tanto, deberíamos formar parte de los que saben mirar y escuchar, de los que tienen el corazón bien dispuesto para acoger el Evangelio. Sin embargo, no siempre es así, quizás también pertenecemos a la multitud, aquellos que se acercan a Jesús con cierta curiosidad, pero no se deciden a seguir el camino que Él propone. Es de ellos de quienes Jesús dice que miran y no ven, oyen y no escuchan. En otras palabras, no existe mayor ciego que el que no quiere ver ni mayor sordo que el que no quiere escuchar.
Oración: Señor, danos oídos de discípulo para que dejemos inundar nuestra vida con la fuerza de tu Palabra.
Viernes 25
Santiago, apóstol (F)
Hch 4, 33; 5, 12.27-33; 12, 2; o bien 2 Co 4, 7-15; Sal 66, 2-3.5.7-8; Mt 20, 20-28
Evangelio: En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?». Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». Pero Jesús replicó: «No saben lo que piden. ¿Son capaces de beber el cáliz que yo he de beber». Contestaron: «Lo somos». Él les dijo: «Mi cáliz lo beberán; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre». Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Ustedes saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre ustedes; el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser primero entre ustedes que sea su esclavo. Igual que el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos».
Reflexión: Santiago fue martirizado por Herodes Agripa hacia el 43 o 44 d. C. (Hch 12, 2). Fue el primero de los apóstoles en beber el «cáliz» del Señor, la cruz. En la escena de hoy, sin embargo, aún no había comprendido nada. Aunque Jesús les había explicado reiteradas veces el destino que le esperaba en Jerusalén (la cruz), ellos seguían pensando en el Mesías glorioso, un rey davídico, que podía elegirlos como sus primeros ministros. Juan y Santiago se adelantan a todos y quieren asegurarse esos puestos para ellos. Sin alterarse, Jesús aprovecha la ocasión para explicarles la verdadera meta de la vida cristiana: hacerse servidores de todos, en eso debemos aspirar a ser los primeros.
Oración: Señor Jesús, a veces las ambiciones nos dominan, pero enséñanos a ser como tú: los primeros en el servicio.
Sábado 26
Ss. Joaquín y Ana, padres de la Vg. María (MO)
Ex 24, 3-8; Sal 49, 1-2.5-6.14-15; Mt 13, 24-30
Evangelio: En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola al gentío: «El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?” Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho”. Los criados le preguntan: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?” Pero él les respondió: “No, que al recoger la cizaña pueden arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los segadores: arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla, y el trigo almacénenlo en mi granero”».
Reflexión: Estamos ante una hermosa parábola, pero, a la vez, un tanto desconcertante. ¿De momento no será eliminado el mal de raíz? La impaciencia nos gana, acostumbramos ver el mundo a dos colores, blanco o negro, bueno o malo. ¿Pero no priman acaso los matices? La perspectiva cambia cuando dirigimos la vista hacia nosotros mismos. Nos descubrimos salpicados de ambos colores, hallamos un montón de zonas grises. ¿No necesitamos tiempo para caminar hacia lo blanco? Dios, por suerte, no se rige por nuestros criterios, no se apresura en juzgar. Nos da tiempo para que incluso nuestras cizañas se transformen en trigo.
Oración: Gracias, Padre santo, porque tú te fías de nosotros y siempre esperas que caminemos hacia ti.
Domingo 27
XVII del Tiempo Ordinario
Gn 18, 20-32; Sal 137, 1-3.6-8; Col 2, 12-14; Lc 11, 1-13
Evangelio: Una vez, estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oren digan: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos ofende, y no nos dejes caer en la tentación”». Y les dijo: «Si alguno de ustedes tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”. Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”. Si el otro insiste llamando, yo les digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos para que no siga molestando se levantará y le dará cuanto necesite. Por eso yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre ustedes, cuando su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?».
Reflexión: «Enséñanos a orar», esta es quizás la humilde petición que todos quisiéramos hacerle a Jesús. Los discípulos reconocen que no saben cómo dirigirse a Dios, ven al Maestro orar por horas y en ellos también se enciende el deseo de entablar una relación así con el Creador. Jesús les enseña a orar, pero a su vez les dice a quién se dirige esa oración. ¿Es esta un parloteo dirigido a un ser lejano, que vive tranquilo allá en su cielo? Para el Maestro de Nazaret, Dios es Abba, Papá, Papito. El vínculo que nos invita a entablar con Él es el de un niño con su padre. Si los padres humanos procuran el bien de sus hijos, ¡cuánto más Dios! Ojalá podamos tener esa confianza en el Señor.
Oración: Padre bueno, regálanos el don de la oración, la gracia de confiar absolutamente en ti.
Lunes 28
San Pedro Poveda Castroverde
Ex 32, 15-24.30-34; Sal 105, 19-23; Mt 13, 31-35
Evangelio: En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola al gentío: «El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar en sus ramas». Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta». Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».
Reflexión: Nuestra sociedad apuesta por lo grandioso, lo espectacular. El Señor, en cambio, prefiere lo ínfimo, aquello de lo que nadie esperaría grandes resultados. El Reino de Dios, el mundo según su corazón, nace de la semilla más insignificante, un grano de mostaza. Pero de esa pequeñez brota un gran arbusto que hasta permite anidar a las aves. Igualmente el Reino, un día toda la creación vivirá bajo su sombra, hallará en Él su cobijo. La segunda parábola grafica aún más esta fuerza transformadora. Una simple cucharada de levadura basta para fermentar toda la masa. Así que… confianza, aunque requiere de nuestro compromiso, el Reino de Dios también tiene su propio dinamismo que ya está germinando en el mundo.
Oración: Padre santo, fortalece nuestra confianza en ti porque sabemos que el mundo está en tus manos.
Martes 29
Santos Marta, María y Lázaro (MO)
1 Jn 4, 7-16; Sal 33, 2-11; Jn 11, 19-27
Evangelio: En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día». Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». Ella contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».
Reflexión: Según la educación que recibió, Marta piensa que la resurrección no tenía nada que ver con la vida presente. A pesar de su profunda fe en Jesús, en quien reconoce al Mesías, ella no había captado en profundidad la identidad del Maestro: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá». Estas palabras debieron resonar de forma potente y misteriosa en sus oídos. ¿Cómo un campesino de Galilea podía decir eso? Por eso, Jesús la interpela: «¿Crees esto?». Y la respuesta de Marta es un modelo de fe para todos los cristianos. Cada creyente debe rumiar esta oración a lo largo de su vida: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo».
Oración: Señor, creemos, pero aumenta nuestra fe y ayúdanos a ser testigos de tu resurrección.
bien los textos litúrgicos del día:
Ex 33, 7-11; 34, 5b-9.28; Sal 102, 6-13; Mt 13, 36-43
Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el final de los tiempos y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos: el Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su Reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».
Reflexión: La parábola del trigo y la cizaña es la segunda de las únicas dos que explica Jesús. Las demás quedan abiertas para la interpretación. Esta parábola contrapone las fuerzas de dos tipos de semillas y de dos sembradores. El escenario donde ambas confluyen es el mundo, este mundo. Pero si el dueño (Dios) sabe cuál es la semilla de cizaña y quién la planta, ¿por qué no la extirpa de una vez? Todo agricultor haría eso. Sin embargo, para Dios, no se trata de una división entre buenos y malos, pues ambas fuerzas, el bien y el mal, están presentes en todos. Por eso, su veredicto lo reserva para el final, allí saldrá a la luz qué fuerza ha prevalecido y cuál será el futuro definitivo: un mundo con Dios o sin Él.
Oración: Señor, enséñanos a dominar la fuerza y las voces de la cizaña que siempre están al acecho para alejarnos de ti.
Miércoles 30
San Pedro Crisólogo, obispo y doctor (ML)
Ex 34, 29-35; Sal 98, 5-7.9; Mt 13, 44-46
Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra».
Reflexión: El Reino de Dios es como un tesoro o una perla fina, ¿quién no quisiera tenerlos? Es lo que nos plantea Jesús con estas parábolas. Una vez que hemos reconocido el inestimable valor del Reino, ¿cuánto estamos dispuestos a dar por Él? Los personajes de ambas parábolas se despojan de todo con tal de tenerlo. Es decir, frente al don de seguir a Jesús, necesitamos distinguir aquello que es ínfimo, relativo, pasajero, sin valor, y ser capaces de desprenderse de ellos. Por supuesto, no es un proceso de una sola vez, sino de toda la vida.
Oración: Señor, danos capacidad de discernimiento para aprender a diferenciar lo esencial (tu Reino) de lo superficial.
Jueves 31
San Ignacio de Loyola, presbítero (MO)
Ex 40, 16-21.34-38; Sal 83, 3-6.8.11; Mt 13, 47-53
Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «El Reino de los Cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Han entendido todo esto?». Ellos le responden: «Sí». Él les dijo: «Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo». Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.
Reflexión: Esta parábola es semejante a la de la cizaña y el trigo. El pescador, Dios, tira la red en el gran lago, en el mundo. Pero la redada se prolonga por toda la historia. Solo al final de los tiempos todos los peces son llevados a la orilla, a la presencia de Dios. Allí ocurre la separación de lo bueno y lo malo. Antes, en la red conviven peces buenos y malos. Muchos, en el trascurso, tendrán oportunidad de crecer y estar listos (ser peces maduros) para el momento final. Por eso, Dios no se impacienta ni nos fuerza a aceptar su voluntad. Quiere que libremente abracemos su Reino y salgamos a la orilla listos para entrar en su gozo eterno.
Oración: Padre santo, asístenos con tu gracia y con tu Espíritu para hacer vida el Evangelio de tu Hijo. |