MEDITACIÓN DIARIA
DEL EVANGELIO - DICIEMBRE 2024 -Por Padre Raúl Enrique Castro Chambi, sj-
Intención del papa Francisco para el mes de diciembre: Oremos para que este Jubileo nos fortalezca en la fe, nos ayude a reconocer a Cristo resucitado en medio de nuestras vidas, y nos transforme en peregrinos de la esperanza cristiana..
Domingo 01 de diciembre
I de Adviento (Ciclo C)
Jr 33, 14-16; Sal 24, 4-5.8-9.14; 1 Ts 3, 12—4, 1-2; Lc 21, 25-28.34-36
Salterio I
EVANGELIO: En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y del oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, pues los astros temblarán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levántense, alcen la cabeza, porque se acerca su liberación. Tengan cuidado: que sus corazones no se entorpezcan por el exceso de comida, por las borracheras y las preocupaciones de la vida, porque entonces ese día caerá de improviso sobre ustedes; ese día será como una trampa en la que caerán atrapados todos los habitantes de la tierra. Estén siempre vigilantes y oren en todo tiempo, para escapar de todo lo que ha de ocurrir y puedan mantenerse en pie ante el Hijo del Hombre».
REFLEXIÓN: La presencia de Jesús nos anima a darle sentido a nuestras vidas a través de la misericordia y la compasión. Estas son dos señales que logran encaminar de forma ordenada nuestra existencia. Ponerlas en práctica en la vida cotidiana nos permite vivir desde el amor del Señor, que genera la verdadera liberación en quienes lo sienten dentro de su corazón. El año se nos está acabando, pero no por ello vamos a perder la esperanza. Pregúntate si deseas vivir desde la liberación que es gracia y te permite abrir tu corazón al Señor Jesús. Deja que esta liberación del Señor rompa todas las ataduras que te instalan en la queja y la desolación.
ORACIÓN: Padre bueno, dame fuerza para vivir en la vida diaria desde tu misericordia y compasión.
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Lunes 02 de diciembre
Santa Viviana
Is 2, 1-5; Sal 121, 1-2.4-9; Mt 8, 5-11
EVANGELIO: En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa a un criado que está en cama paralítico y sufre mucho». Jesús le contestó: «Voy yo a curarlo». Pero el centurión le respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa. Pero una palabra tuya bastará para que mi criado quede sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; a mi criado: “Haz esto”, y lo hace». Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Les aseguro que en Israel no he encontrado a nadie con tanta fe. Les digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos».
REFLEXIÓN: Como católicos, podemos olvidar que nuestra fe en Jesús tiene que impulsarnos a ser solidarios, respetuosos y servidores de todos sin pedir condiciones. Sin embargo, muchas veces, prima la desconfianza y no vivimos conforme con lo que predicamos. Pero hoy el centurión, un pagano, nos da un gran ejemplo de fe. Él hace a un lado sus propias creencias, y no pide nada para sí. Solo desea que su criado se cure y confía en que Jesús lo puede sanar. Realmente, su fe es impresionante, y le permite participar del poder liberador de Jesús. Su confianza es limpia y, por eso, no tiene reparos en acercarse al Señor.
ORACIÓN: Señor Jesús, danos también a nosotros una fe tan firme en ti como la del centurión romano.
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Martes 03 de diciembre
San Francisco Javier, presbítero
Is 11, 1-10; Sal 71, 1-2.7-8.12-13.17; Lc 10, 21-24
EVANGELIO: En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, Jesús exclamó: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los sencillos. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar». Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron».
REFLEXIÓN: La exclamación de Jesús expresa su gozo y alegría por ver que está realizando la voluntad del Padre. Sus enseñanzas y su ejemplo han logrado captar la atención de la gente sencilla, que está atenta a cuanto diga. Jesús se ha dado cuenta de la fuerza liberadora de lo que enseña y hace, de la alegría que suscita revelar a Dios como un padre compasivo y misericordioso. Él es obediente a su Padre, y, por eso, es capaz de llevar alivio a la gente que acude a escucharlo. Dichosos nosotros los que podemos ver la voluntad de Dios que se nos revela en lo bonito, gracioso y sencillo de la vida.
ORACIÓN: Señor, ayúdanos a encontrarte y apreciarte en lo sencillo de la vida.
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Miércoles 04 de diciembre
San Juan Damasceno, presbítero y doctor
Is 25, 6-10a; Sal 22, 1-6; Mt 15, 29-37
EVANGELIO: En aquel tiempo, Jesús llegó a orillas del mar de Galilea, subió al monte y se sentó allí. Acudió a Él mucha gente llevando consigo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los pusieron a sus pies, y Él los curaba. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y a los ciegos recobrar la vista, y daban gloria al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen en el camino». Los discípulos le preguntaron: «¿De dónde vamos a sacar en este despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?». Jesús les preguntó: «¿Cuántos panes tienen?». Ellos contestaron: «Siete y unos pocos peces». Él mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastas llenas.
REFLEXIÓN: Mateo nos presenta toda la fuerza sanadora que brota de Jesús. Su vida y sus enseñanzas llevan alivio a la gente. Su compasión movía a que los lisiados, tullidos y ciegos fueran capaces de recuperarse de sus males. Los discípulos, en cambio, no terminan de comprender tanta compasión de Jesús. Perciben la necesidad de la gente, pero inmediatamente se resignan, ¿de dónde obtener suficiente pan para tantos en ese despoblado? No obstante, Jesús los anima a sacar lo mejor de ellos mismos y, entonces, se dan cuenta que existen más posibilidades de las que han visto. Y, luego de la acción de gracias, ocurre el milagro del compartir.
ORACIÓN: Señor Jesús, danos manos abiertas para compartir con generosidad y confianza en tu providencia.
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JUEVES 05 de diciembre
Santa Ada, abadesa
Is 26, 1-6; Sal 117, 1.8-9.19-21.25-27; Mt 7, 21.24-27
EVANGELIO: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y arremetieron contra aquella casa; pero no se derrumbó porque estaba cimentada sobre roca. Al contrario, el que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y arremetieron contra la casa, esta se derrumbó y fue grande su ruina».
REFLEXIÓN: Escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica en nuestro día a día siempre es motivo de acción de gracias a Dios. Cuando sentimos que el servicio hacia los demás proviene de Él mismo, nada permanece igual. Sin embargo, cuando nuestra vida cristiana solo se funda en el cumplimiento, estamos abocados al fracaso. Una relación contractualista con Dios no deja lugar a la gratuidad, cuando solo esta es la que nos permite reconocerlo como la roca sobre la que se asienta nuestra fe. Nuestro fundamento, entonces, no es ninguna ideología, ni las teologías que manejemos. Nuestra roca es el Dios compasivo y misericordioso que nos reveló Jesús; y es Él quien le da sentido a nuestra práctica cristiana.
ORACIÓN: ¿Cómo es el Dios en quién creo? ¿Se caracteriza por su compasión y misericordia?
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Viernes 06 de diciembre
San Nicolás, obispo
Is 29, 17-24; Sal 26, 1.4.13-14; Mt 9, 27-31
EVANGELIO: En aquel tiempo, al salir Jesús, dos ciegos le siguieron y gritaban: «Hijo de David ten compasión de nosotros». Al llegar a la casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: «¿Creen que yo puedo hacerlo?». Contestaron: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Que les suceda conforme a lo que han creído». Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Cuidado, que nadie lo sepa!». Pero ellos, apenas salieron, hablaron de Él por toda aquella región.
REFLEXIÓN: Al mirar nuestra existencia, nos damos cuenta en qué momentos cambió nuestra forma de ver la vida. Gracias a esa nueva perspectiva, ahora, podemos llevar alivio y compasión a los demás. Quizás en algún momento perdimos la confianza y la esperanza. Entonces, como los dos ciegos del evangelio de hoy, acudimos a pedirle a Jesús: «Hijo de David, ten compasión de nosotros». Hoy, agradecidos, podemos decirle al Señor: «Gracias, porque nos has enseñado a creer». Es momento, entonces, de ayudar a otros para que despierten a la fe y vean que Dios también puede sanar sus cegueras.
ORACIÓN: ¿Tenemos la humildad suficiente para pedirle a Dios que cure nuestras cegueras? ¿Qué me impide acudir a Él?
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Sábado 07
San Ambrosio, obispo y doctor
Is 30, 19-21.23-26; Sal 146, 1-6; Mt 9, 35—10, 1.6-8
EVANGELIO: En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y pueblos, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver Jesús a la multitud, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abandonados, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos; rueguen, pues, al dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla». Y llamó a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «Vayan a las ovejas descarriadas del pueblo de Israel. Vayan y proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, expulsen demonios. Lo que han recibido gratis, denlo gratis».
REFLEXIÓN: El Evangelio de hoy nos sitúa ante la mirada de Jesús. El fundamento de cuanto dice y hace es el Padre bueno, compasivo y misericordioso. Por eso, Él va por los caminos y aldeas de Galilea aliviando dolencias, otorgando perdón, acompañando a los cansados y agobiados. Sí, Jesús es el buen pastor prometido desde antiguo. Pero hoy nos toca a nosotros ser esos pastores que buscan a las ovejas descarriadas de estos tiempos modernos. Nosotros, quizá, no resucitaremos a los muertos como Él, pero sí podemos acompañar la soledad de la gente y escuchar sus experiencias de vida. Ha llegado el momento de dar lo que hemos recibido: «Vos me lo disteis, a vos Señor lo torno» (San Ignacio de Loyola).
ORACIÓN: ¿Me siento llamado a proclamar la Palabra de Dios y a aliviar el dolor de la gente? ¿Cómo lo llevo a cabo?
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Domingo 08 de diciembre
Inmaculada Concepción de la Bvda. Virgen María
Gn 3, 9-15.20; Sal 97, 1-4; Ef 1, 3-6.11-12; Lc 1, 26-38 - Salterio II
EVANGELIO: En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y la dejó el ángel.
REFLEXIÓN: El plan salvífico de Dios para redimir al género humano se concretiza con el sí de María, una joven de la estirpe de David. Ella es sencilla, temerosa de Dios; pero no es ingenua, sino lúcida y discierne, primero, la propuesta del ángel. Luego, se abandona con total confianza en el poder del Altísimo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios». Eso es lo que la caracteriza, su plena fe en Dios, que le permite superar sus miedos y dudas. Este texto es todo un gesto de alabanza que lleva a la reverencia. Desde ese momento, María se convierte en la servidora de Dios y de la creación por toda la eternidad.
ORACIÓN: ¿Estoy dispuesto a aceptar con libertad y confianza los designios de Dios?
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Lunes 09
San Juan Diego Cuauhtlatoatzin
Is 35, 1-10; Sal 84, 9-14; Lc 5, 17-26
EVANGELIO: Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presente algunos fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para curar. Llegaron entonces unas personas transportando a un paralítico sobre una camilla y buscaban el modo de entrar, para llevarlo ante Jesús. Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, desde el techo, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús. Al ver su fe, Jesús le dijo: «Hombre, tus pecados te son perdonados». Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: «¿Quién es este que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?». Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: « ¿Qué es lo que están pensando? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados están perdonados”, o “Levántate y camina”? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados –dijo al paralítico– yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa». Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios. Todos quedaron llenos de asombro y glorificaban a Dios, diciendo con gran temor: «Hoy hemos visto cosas maravillosas».
REFLEXIÓN: La manera de ser y de actuar de Jesús suscitaba en la mayoría de los grandes líderes políticos y religiosos rechazo y repulsión. Las actitudes de Jesús, en particular para los pobres, los que son rechazados, arrinconados y dejados de un lado por la sociedad, eran de acogida y aceptación. Su amor preferencial por lo pecadores era notorio y se hace concreto en el perdón de los pecados y la sanación de la persona. Que podamos reconocernos preferidos de Dios, no por nuestras falsas e hipócritas acciones cuánto por el reconocimiento humilde de que somos pecadores, necesitados del amor misericordioso de Dios.
ORACIÓN: Padre que seamos tus hijos predilectos, siempre sedientos de tu amor y siempre seguros de tu perdón que nos salva.
Martes 10
Nuestra Señora de Loreto
Is 40, 1-11; Sal 95, 1-3.10-14; Mt 18, 12-14
EVANGELIO: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¿Qué les parece? Supongan que un hombre tiene cien ovejas: si una de ellas se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, les aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Así también, el Padre de ustedes que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños».
REFLEXIÓN: Cuando hemos perdido el rumbo de la vida, Dios siempre nos busca, nos perdona y acoge. Él es en esencia amor incondicional y gratuito, y es lo que nos ha transmitido. Como dice san Juan: «Él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados» (1 Jn 4, 10). El cristiano fundamenta su existencia sobre esta confianza básica: Dios nos ama más allá de que lo sepamos o no, de que le correspondamos o no. Su amor no está condicionado por nuestros méritos o deméritos. Esa confianza es la que nos permite construir una personalidad sana, valiosa, y benéfica para los demás; ya que sabemos que solo se puede amar a Dios amando al prójimo.
ORACIÓN: Señor, permite que también nosotros vayamos por el mundo ayudando a que los perdidos reencuentren el camino de la vida.
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Miércoles 11
San Dámaso I, Papa
Is 40, 25-31; Sal 102, 1-4.8.10; Mt 11, 28-30
EVANGELIO: En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».
REFLEXIÓN: Estas palabras de Jesús nos invitan a darnos cuenta de cuánto nos ama Dios y cómo nos acoge Jesús. ¿Estamos dispuestos a responder a su llamado? Esta invitación del Maestro puede generar en nosotros, los creyentes, la esperanza que necesitamos para vivir con paz y lucidez nuestra vida cristiana. El único yugo que nos puede dar el Señor es su deseo de hacer siempre su voluntad llevando compasión y misericordia a los demás y al mundo. Nosotros, entonces, también podemos ser portadores de alivio para los afligidos.
ORACIÓN: ¿Acudimos a Jesús cuando nos sentimos agobiados y afligidos? Nuestra presencia y nuestro ejemplo, ¿brinda alivio a los demás?
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Jueves 12
Bvda. Virgen María de Guadalupe (Patrona de América)
Eclo 24, 17-22 o bien Rm 8, 28-30; Sal: Lc 1, 46-55; Lc 1, 39-47
o bien Is 7, 10-14; 8, 10b; Sal: 1 S 2, 1.4-8; Lc 1, 39-47
EVANGELIO: En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador».
REFLEXIÓN: María vive su adviento llevando la esperanza a casa de Isabel. Nos enseña a ser «esperanza para el mundo», a llevar la esperanza de Jesús allí donde se ha perdido incluso la capacidad de esperar. Desde la anunciación, María vive inmersa en el misterio de Dios. Con la encarnación, inicia un camino de fe que definió su existencia, pues ella creyó y esperó contra toda apariencia. Ella, una joven sencilla, había sido elegida para ser la madre del Mesías. En adelante, toda su vida será un camino de fe, ya que poco a poco irá comprendiendo el gran misterio de su Hijo.
ORACIÓN: Santa María, fortalece nuestra fe y ayúdanos a que cada día conozcamos mejor a tu Hijo.
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Viernes 13
Santa Lucía, virgen y mártir
Is 48, 17-19; Sal 1, 1-4.6; Mt 11, 16-19
EVANGELIO: En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: “Hemos tocado la flauta, pero ustedes no han bailado; hemos cantado lamentaciones, pero ustedes no han llorado”. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tienen a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”. Pero la sabiduría de Dios se conoce por sus obras».
REFLEXIÓN: El evangelio de hoy se sitúa en un momento tenso de la misión de Jesús. Podemos imaginarlo, Jesús se percata que, lo que dice y hace, no le interesa a nadie. No le importa a los doctores de la ley, menos a los líderes políticos y ni siquiera a sus discípulos. Esto mismo es lo que podemos experimentar también nosotros cuando nos damos cuenta de que, por más que pongamos todo nuestro empeño en que algo salga bien, ocurre lo contrario. Como el mismo evangelio lo dice, solo queda la sabiduría de Dios porque son las obras del Señor las que cuentan.
ORACIÓN: Señor, danos la gracia de que nunca desfallezca nuestra perseverancia y confianza en ti.
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Sábado 14
San Juan de la Cruz, presbítero y doctor
Eclo 48, 1-4.9-11; Sal 79, 2-3.15-16.18-19; Mt 17, 10-13
EVANGELIO: Cuando bajaban de la montaña, los discípulos preguntaron a Jesús: «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?». Él les contestó: «Elías vendrá y lo renovará todo. Pero les digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del Hombre va a padecer a manos de ellos». Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan, el Bautista.
REFLEXIÓN: La conversión es un proceso difícil. A veces, solo vemos lo que nos conviene para ahorrarnos el esfuerzo de cambiar. Nuestro conocimiento de la realidad es parcial, y no es sencillo abrirse a lo desconocido. Además, recibimos diversas influencias del entorno (patrones de conducta, hábitos de consumo y estilos de vida) que fácilmente los asimilamos sin siquiera cuestionarlos. Necesitamos estar más despiertos para ver cuáles son los caminos que Dios nos señala. Es lo que Jesús cuestiona a sus oyentes. Esperaban a Elías, y no lo vieron cuando vino. Oían al Bautista y muchos, incluso, se bautizaban, pero no se convertían de corazón.
ORACIÓN: Señor, danos la gracia de crecer en honestidad y que podamos escuchar tu llamado a cambiar.
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Domingo 15
III de Adviento (Gaudete)
So 3, 14-18a; Sal: Is 12, 2-6; Flp 4, 4-7; Lc 3, 10-18 - Salterio III
EVANGELIO: En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «Entonces, ¿qué hacemos?». Él les contestó: «El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga comida haga lo mismo». Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?». Él les respondió: «No exijan más de lo establecido». A su vez algunos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?». Juan les respondió: «A nadie extorsionen ni denuncien falsamente y conténtense con su sueldo». Como el pueblo estaba a la expectativa, y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y dijo a todos: «Yo los bautizo con agua; pero viene uno que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano la horquilla para separar el trigo de la paja y recoger el trigo en su granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga». Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.
REFLEXIÓN: Juan Bautista es consciente sobre el alcance de su misión: él no es el Mesías, sino su precursor. Sabe que su misión era bautizar con una inmersión en el agua, como signo de conversión. En cambio, el Bautismo de Jesús consiste en que las personas dejen habitar en sí al Espíritu Santo. De Él viene la vida divina que se nos confiere a todos los cristianos. Otra diferencia consiste en que Jesús puede juzgar y perdonar; en cambio el Bautista solo anuncia el juicio contra los pecadores. En definitiva, con Jesús se inaugura el cumplimiento de la promesa.
ORACIÓN: Señor Jesús, aviva en nosotros la acción del Espíritu Santo que nos concediste en el Bautismo.
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Lunes 16
Santa Adelaida
Nm 24, 2-7.15-17a; Sal 24, 24, 4-9; Mt 21, 23-27
EVANGELIO: En aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?». Jesús les contestó: «Yo también les voy a hacer una pregunta; si me la contestan, les diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?». Ellos se pusieron a deliberar: «Si decimos del cielo», nos dirá: «¿Por qué no le han creído?» Si le decimos de los hombres, tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta». Y respondieron a Jesús: «No sabemos». Él, por su parte, les dijo: «Pues tampoco yo les digo con qué autoridad hago esto».
REFLEXIÓN: Jesús responde con una pregunta a otra pregunta y deja sin piso a sus adversarios: «El bautismo de Juan, ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?». Reconocerlo como enviado de Dios era condenarse a sí mismos, pues, ¿por qué, a pesar de saberlo, no le hicieron caso? Quedarían desautorizados. Pero, si responden lo contrario, la gente se levantaría contra ello. Jesús revela la verdad del ser humano, interpela, conmueve. Su palabra es espada de dos filos, corta y deja todo al descubierto. Ha sido puesto como signo de contradicción, ha venido a poner de manifiesto los pensamientos de los corazones. Pero si nuestras intenciones son buenas, siempre hallaremos misericordia en Él.
ORACIÓN: Señor Jesús, limpia nuestros corazones con la fuerza de tu Palabra.
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Martes 17
Santa Olimpia
Gn 49, 1-2.8-10; Sal 71, 1-4.7-8.17; Mt 1, 1-17
EVANGELIO: Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Farés y a Zará, Farés a Esrón, Esrón a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró, de Rahab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed a Jesé, Jesé engendró a David, el rey. David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abías, Abías a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatán, Joatán a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amós, Amós a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia. Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquín, Eliaquín a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquim, Aquim a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. Así, desde Abraham a David fueron en total catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; y desde la deportación a Babilonia hasta el Mesías, catorce generaciones.
REFLEXIÓN: ¿Cuál es el centro de nuestra fe cristiana? El conjunto de personas que conforman la genealogía de Jesús nos muestra que la fe se va haciendo a lo largo de la historia. La encarnación de Dios es la raíz y el fundamento último de ese proceso. El Dios hecho hombre, hecho historia, hecho tiempo es el que nos asegura que, con su venida, ha colmado nuestro futuro con su promesa y lo encamina irreversiblemente a su Reino. ¿Qué nos espera? El futuro de la humanidad y de todo el universo creado por amor está garantizado, ya que Dios se ha hecho hombre en Jesús para renovar, rehacer y llevar a plenitud todo lo creado.
ORACIÓN: Padre santo, danos la gracia de fortalecer nuestra fe en tu Hijo Jesús y que afrontemos la vida con optimismo.
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Miércoles 18
San Modesto
Jr 23, 5-8; Sal 71, 1-2.12-13.18-19; Mt 1, 18-24
EVANGELIO: El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió separarse de ella en secreto. Pero apenas había tomado esta decisión, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas aceptar a María, por esposa pues la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Miren, la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa ‘‘Dios-con-nosotros’’». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a María como esposa.
REFLEXIÓN: José aceptó el mandato del ángel y acogió a su esposa María. Esta es la gloria de san José, ser el padre adoptivo de Jesús por decisión libre y amorosa. El padre adoptivo sostiene y protege al niño, lo educa con ternura y firmeza, le proporciona los medios que requiere para crecer en todas sus facultades. Eso es José para Jesús, eso hizo por Él; y, por ello, lo alabamos junto con María. En un país como el nuestro, donde la paternidad, a veces, es tan desprestigiada debido a la irresponsabilidad con que se asume, la figura de José puede motivarnos a ejercerla como una de las más sublimes realizaciones del ser humano. Un hijo es un misterio que se acoge como un regalo y se lo cuida con plena responsabilidad.
ORACIÓN: San José, enséñanos tu humildad y ayúdanos a tener una fe firme como la tuya.
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Jueves 19
San Anastasio I, papa
Jc 13, 2-7.24-25a; Sal 70, 3-6.16-17; Lc 1, 5-25
EVANGELIO: En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una descendiente de Aarón llamada Isabel. Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según todos los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada. Una vez que oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según el ritual de los sacerdotes, le tocó a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso. Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor. Pero el ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor, no beberá vino ni licor; se llenará de Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos israelitas al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto». Zacarías dijo al ángel: «¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada». El ángel le contestó: «Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado a hablarte para darte esta buena noticia. Pero mira: te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento». El pueblo estaba aguardando a Zacarías, sorprendido de que tardase tanto en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía mudo. Al cumplirse los días de su servicio en el templo volvió a casa. Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir cinco meses, diciendo: «Esto es lo que el Señor ha hecho por mí, cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres».
REFLEXIÓN: La concepción de Juan el Bautista fue un don de Dios concedido a una pareja que no podía concebir. Su nombre, dado por el mismo ángel, indica la misión que le asigna el Padre: ser el fiel mensajero que anuncie la llegada del Mesías. Isabel y Zacarías, sus padres, son personas justas porque vivían siempre de acuerdo con la voluntad de Dios. Por otro lado, las dudas de Zacarías contrastan con la fe firme de María, que le da su sí confiado al Señor. Sin embargo, ni siquiera eso es obstáculo para que se realice el proyecto del Padre. Su gracia supera nuestras limitaciones.
ORACIÓN: Señor, danos la gracia de creer en tus designios, que podemos ver en la vida diaria.
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Viernes 20
Santo Domingo de Silos
Is 7, 10-14; Sal 23, 1-6; Lc 1, 26-38
EVANGELIO: A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la descendencia de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y la dejó el ángel.
REFLEXIÓN: Con la encarnación, María inicia un camino marcado por la fe. Toda su vida será un continuo adviento de esperanza en el silencio de la oración, en la oscuridad de la fe, en la sorpresa del misterio de Dios. Como dice Lucas, María «conservaba todas estas cosas en su corazón» (Lc 2, 19.51). El espíritu del Adviento nos invita, pues, a apreciar la fe, la esperanza y el amor con que la Virgen Madre esperó a su Hijo. Como ella, nos sentimos motivados a prepararnos estando «vigilantes en la oración y alegres en la alabanza», para salir al encuentro del Salvador que viene. Con María, nos fiamos de Dios y decimos: «Hágase en mí según tu palabra».
ORACIÓN: Señor, aliéntanos con tu Espíritu para que seamos vigilantes en la oración y alegres en la alabanza.
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Sábado 21
San Pedro Canisio
Ct 2, 8-14 o bien So 3, 14-18a; Sal 32, 2-3.11-12.20-21; Lc 1, 39-45
EVANGELIO: En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y exclamó con voz fuerte: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».
REFLEXIÓN: Nos aproximamos al gran acontecimiento del año, la Navidad, el nacimiento del Hijo de Dios, el Mesías esperado. Cuando acogemos a María, como lo hizo Isabel, recibimos la alegría, la presencia misma de Jesús. Nuestro interior salta de gozo y nace en nuestro corazón la gratuidad, la gratitud, la esperanza y la confianza en Dios. Ya desde el vientre, Jesús lleva alegría y júbilo por donde va María. Con Isabel, podemos preguntarnos como el salmista: «Señor, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él?» (Sal 8, 4-5). ¿Qué somos nosotros, criaturas tan poco fieles a tu plan, para que, en María, te acerques a nosotros y nos concedas el gran regalo de tu presencia?
ORACIÓN: Señor Jesús, gracias por permitirnos estar en tu presencia y dejar que nos llenes de tu amor.
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Domingo 22
IV de Adviento
Mi 5, 1-4a; Sal 79, 2-3.15-16.18-19; Hb 10, 5-10; Lc 1, 39-45 - Salerio IV
EVANGELIO: En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y exclamó con voz fuerte: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».
REFLEXIÓN: Desde la anunciación, María vive inmersa en el misterio de Dios e inicia un camino de fe que definió su vida. Como Abraham, nuestro padre en la fe, creyó y esperó contra toda esperanza, María, nuestra madre, también creyó y esperó contra toda apariencia. Nadie hubiera imaginado que ella podía ser la madre del Mesías. Luego, durante el parto, cuando tenga en sus brazos al fruto bendito de su vientre, ella proseguirá su camino de fe, atenta a la voluntad del Padre. La vida de María será siempre un adviento de esperanza en el silencio de la oración, en la oscuridad de la fe, en la sorpresa del misterio de Dios. Ella vive su adviento, llevando esperanza a la casa de Isabel.
ORACIÓN: Santa María, auxílianos para que nosotros también seamos portadores de fe y esperanza.
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Lunes 23
San Juan de Kanti, presbítero
Ml 3, 1-4.23-24; Sal 24, 4-5.8-10.14; Lc 1, 57-66
EVANGELIO: A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan». Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se llama así». Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente recuperó el habla y empezó a bendecir a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que la oían la grababan en su corazón diciéndose: «¿Qué llegará a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él.
REFLEXIÓN: En tiempos de Jesús, como hoy en día, era común que los hijos recibieran el nombre del padre o de algún familiar cercano. Por eso, resulta extraña la decisión de Isabel y Zacarías de llamar Juan al recién nacido. Pero es así como el ángel indicó que llamaran al niño, ya que Juan significa «el Señor hace misericordia». Su nombre señala la misión que realizará; es decir, proclamar un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. No será un profeta que condene, sino el anunciador de un Dios misericordioso que está dispuesto a perdonar a todos los que se arrepientan de sus pecados.
ORACIÓN: Señor, tú también tienes un proyecto para nosotros, ayúdanos a descubrirlo.
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Martes 24
Santa Paula Isabel Cerioli
2 S 7, 1-5.8b- 12.14a.16; Sal 88, 2-5.27.29; Lc 1, 67-79
EVANGELIO: En aquel tiempo, Zacarías, el padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas. Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham. Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz».
REFLEXIÓN: La misión de Juan será preparar un pueblo bien dispuesto para recibir al Mesías, el sol que nace de lo alto para iluminar a los que caminan en tinieblas y sombras de muerte. ¿Una visión demasiado espiritualizada? Vista superficialmente, quizás; pero, en realidad, lo que se anuncia es la acción liberadora más radical de Dios, que va a la raíz misma del mal y la opresión: la maldad del pecado. Por eso, la Iglesia entona diariamente este himno de Zacarías. Con él, alaba a Jesucristo que, por su resurrección, brilla como el sol eterno que da inicio al día perenne en que vivimos: el hoy perpetuo de la continua presencia del Dios-con-nosotros.
ORACIÓN: Señor, que, así como lo hizo Zacarías, te alabemos siempre por todas las maravillas que realizas en nuestra vida.
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Vigilia de la Natividad del Señor
Is 62, 1-5; Sal 88, 4-5.16-17.27.29; Hch 13, 16-17.22-25;
Mt 1, 1-25 F. B. Mt 1, 18-25
EVANGELIO: Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Farés y a Zará, Farés a Esrón, Esrón a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró, de Rahab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed a Jesé, Jesé engendró a David, el rey. David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abías, Abías a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatán, Joatán a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amós, Amós a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia. Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquín, Eliaquín a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquim, Aquim a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. Así, las generaciones desde Abraham a David fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Mesías, catorce. El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: Estando María, su madre, desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió separarse de ella en secreto. Pero, apenas había tomado esta decisión, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas aceptar a María por esposa, pues la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de los pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Miren: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa ‘‘Dios-con-nosotros’’». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a María como esposa. Y sin que él hubiera tenido relaciones con ella, dio a luz un hijo; y él le puso por nombre Jesús.
REFLEXIÓN: En lugar de matriarcas famosas como Sara, Rebeca, Lía y Raquel, la genealogía de Jesús recoge los nombres de cuatro mujeres, unas hasta de dudosa reputación. Tamar, una aramea, finge ser prostituta para embarazarse de su suegro Judá y obligarlo a cumplir la ley del levirato (Gn 38, 1-30). Rahab, una cananea, era una prostituta de Jericó que acogió y ayudó a los espías de Josué (Js 2, 1-24). Rut, una moabita, deja su casa para vivir con Noemí, su suegra, y se convierte en bisabuela del rey David (Rt 1, 6-22). Betsabé, la mujer del hitita Urías, a la que David toma con artimañas, fue la madre de Salomón (2 S 12, 24-25). De esta forma vemos, que, para realizar su designio de salvación, Dios se vale de la historia humana concreta, marcada incluso por el pecado.
ORACIÓN: Gracias, Padre bueno, porque tú nos acoges tal como somos, tú curas nuestras heridas y limpias nuestro pecado.
Miércoles 25
Natividad del Señor
Misa de medianoche
Is 9, 1-3.5-6; Sal 95, 1-3.11-13; Tt 2, 11-14; Lc 2, 1-14
EVANGELIO: En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Este fue el primer censo que se hizo siendo Quirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad. También José, por ser de la descendencia y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: «No teman, les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tienen la señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». De pronto, en torno al ángel, apareció una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor».
REFLEXIÓN: Este gran día celebramos el cumplimiento de una promesa: Dios se hace uno de nosotros, asume nuestra humanidad. En Jesús, Él se dona a su creación y se hace para siempre el Dios-con-nosotros. Pero no solo eso, bien pudo haber elegido el camino del poder y la grandeza. En cambio, el escogió la senda de la pobreza, la debilidad y la sencillez. Su nacimiento lo dice todo: en lugar de una habitación tranquila, solo hubo para Él un establo; y en vez de una cuna, únicamente un pesebre. Sus primeros visitantes tampoco fueron los jefes religiosos de Jerusalén, sino unos pobres pastores, gente marginal y mal vista. Así es nuestro Dios, a ellos los eligió como primeros anunciadores de su Buena Noticia.
ORACIÓN: Señor Jesús, cómo tú, ayúdanos a elegir a nosotros también los caminos de humildad y sencillez.
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Misa del día
Is 52, 7-10; Sal 97, 1-6; Hb 1, 1-6; Jn 1, 1-18 F. B. Jn 1, 1-5.9-14
EVANGELIO: En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de todo lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos creyeran. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de Él, y grita diciendo: «Este es de quien dije: “El que viene detrás de mí es superior a mí, porque existía antes que yo”». Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás, el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
REFLEXIÓN: La encarnación de Dios es la raíz y fundamento último de nuestra esperanza. Dios hecho hombre, hecho historia y tiempo es el que nos asegura que, con su venida, encamina todo hacia su Reino. El futuro de la humanidad y de todo el universo, creado por amor, está garantizado porque Dios se ha hecho ser humano en Jesús para renovar, rehacer y llevar a plenitud todo lo creado. En adelante, la existencia terrena del Verbo encarnado es la manifestación definitiva de Dios. Por medio de Él, el Padre nos ha manifestado que nada de lo humano le es ajeno. Él nos ha dado a su Hijo como el hermano mayor que nos guía con su ejemplo, como el amigo que comparte todo lo que es y tiene.
ORACIÓN: Gracias, Señor, por no dejarnos solos y acompañarnos en el camino de la vida.
Jueves 26
San Esteban, protomártir
Hch 6, 8-10; 7, 54-59; Sal 30, 3-4.6.8.16-17; Mt 10, 17-22
EVANGELIO: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No se fíen de la gente, porque los entregarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas y los harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así darán testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando los arresten, no se preocupen de lo que van a decir o de cómo lo dirán. En su momento se les sugerirá lo que tienen que decir; no serán ustedes los que hablen, el Espíritu de su Padre hablará por ustedes. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos los odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará».
REFLEXIÓN: ¿Cómo afrontar las persecuciones que puedan surgir a causa de la fe? Jesús sabía que las hostilidades acompañarán la vida de los cristianos. Por eso, nos pide que las asumamos con fortaleza y confianza en que Él, por el Espíritu Santo, siempre estará con nosotros. Así como Dios nunca lo abandonó en los momentos de peligro y en la cruz, tampoco nosotros debemos desesperarnos porque no estamos solos. San Esteban, el primer mártir cristiano, es un gran ejemplo de esta confianza plena en la presencia de Dios en medio de la persecución y la muerte.
ORACIÓN: Señor, mantén firme nuestra fe en ti cuando nos sobrevengan persecuciones y adversidades.
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Viernes 27
San Juan, apóstol y evangelista
1 Jn 1, 1-4; Sal 96, 1-2.5-6.11-12; Jn 20, 1a.2-8
EVANGELIO:El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro, vio las vendas en el suelo y el sudario con que le había cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
REFLEXIÓN: Nuestra vida adquiere otro sentido cuando acogemos la consolación que viene de Dios. Así ocurre con María Magdalena, Pedro y Juan, que simbolizan a la comunidad que reacciona y recobra la fe en medio de la tristeza y el miedo. El final de su Maestro había significado para ellos un fracaso total que echó por tierra sus esperanzas. No obstante, se recobran, buscan, indagan, disciernen. Eso vemos en la actitud de María y, luego, en la reacción de Pedro y el discípulo amado. Sus gestos reflejan la prontitud y resolución con que el cristiano debe reaccionar para no dejarse abatir por las frustraciones y adversidades que sacuden su fe.
ORACIÓN: Señor, enséñanos a acudir a ti cuando nos sintamos abatidos, pues; tú nunca nos defraudas.
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EVANGELIO: Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise. Herodes va a buscar al niño para matarlo». José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto». Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven».
REFLEXIÓN: El asesinato de los niños de Belén podemos interpretarlo como un anticipo de las incontables matanzas de inocentes que se sucederán a lo largo de la historia. Lo vemos en la realidad. Cada día, debido a la injusticia y la maldad humanas, se sigue exterminando vidas de niños que mueren por el hambre, la guerra, el aborto o la marginación. Ellos son el rostro actual de esos inocentes que sufren violencia sin poder defenderse. Este suceso de Belén anticipa simbólicamente la futura muerte de Jesús en la cruz. La sangre de los niños de Belén prefigura la sangre del Cordero inocente, Jesucristo, que borra el pecado del mundo.
ORACIÓN: Señor, danos la gracia de que, como cristianos, pongamos todos los medios posibles para que no se siga violentando más vidas inocentes.
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Domingo 29
Sagrada Familia: Jesús, María y José
Eclo 3, 2-6.12-14; Sal 127, 1-5; Col 3, 12-21; Lc 2, 41-52
EVANGELIO: Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de la Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a celebrar la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se regresaron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron un día de camino y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en busca de Él. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, sus padres quedaron asombrados, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.
REFLEXIÓN: Este texto nos muestra cómo Jesús aprendió sufriendo a obedecer. Muchos expertos en la Biblia ven este hecho como un anticipo del misterio de su pasión. El joven Jesús desaparece por tres días en medio de la pascua judía. El número tres indicaría su muerte y su resurrección al tercer día (Lc 24, 46; Mc 8, 31). Todo lo que Él hace es ocuparse de las cosas de su Padre. Por otro lado, Lucas nos dice que el joven Jesús vivió bajo la autoridad de sus padres, tal como será obediente al Padre celestial hasta el final, hasta su muerte de cruz (cf. Flp 2, 8).
ORACIÓN: Señor Jesús, danos la gracia de que nosotros también seamos obedientes a tu Palabra.
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Lunes 30
San Perpetuo de Tours
1 Jn 2, 12-17; Sal 95, 7-10; Lc 2, 36-40
EVANGELIO: En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que ordenaba la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con Él.
REFLEXIÓN: La profetiza Ana, una mujer muy anciana, vislumbra el misterio de Jesús. Ese pequeño niño es el cumplimiento de las promesas de Israel; pero también es piedra de tropiezo para muchos, para aquellos que se niegan a abrirse al nuevo rostro de Dios que Él nos revela. Él será señal de contradicción que sacará a la luz lo que hay en el corazón de cada uno. María no pasa por alto estos detalles, al contrario, los va meditando silenciosamente en su corazón. Lo mismo hacemos nosotros cuando decidimos tomarnos en serio el ejemplo de vida de Jesús.
ORACIÓN: Santa María, madre nuestra, haz nuestros corazones semejantes al tuyo, siempre atentos a la Palabra de tu Hijo.
PARA ESCUCHAR EN AUDIO LA REFLEXIÓN DEL EVANGELIO 30 DICIEMBRE, HAGA CLIC AQUÍ:
Martes 31
San Silvestre I, Papa
1 Jn 2, 18-21; Sal 95, 1-2.11-14; Jn 1, 1-18
EVANGELIO: En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan; este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de Él proclamando: «Este es aquel de quien yo dije: “El que viene detrás de mí es superior a mí, porque existía antes que yo”». Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
REFLEXIÓN: Este himno cristológico de san Juan pone de manifiesto la identidad de Jesús, que es mayor a la de cualquier personaje de las Sagradas Escrituras (Moisés y Juan Bautista, por ejemplo). Jesús, la Palabra encarnada, viene del Padre, está con Él y a Él regresa. Moisés, en cambio, no pudo ver a Dios (cf. Ex 33, 18-23). La identidad de Jesús se vislumbraba ya en algunos himnos sapienciales del Antiguo Testamento. Ellos y este pasaje de san Juan nos permiten ver más de lo que, a primera vista, se manifiesta. Jesús no es simplemente un profeta más; Él es la misma Palabra de Dios hecha carne, es Dios mismo que ha puesto su morada entre nosotros.
ORACIÓN: Señor, tú has puesto tu morada entre nosotros, señálanos el camino que nos conduce a ti.
PARA ESCUCHAR EN AUDIO LA REFLEXIÓN DEL EVANGELIO 21 DICIEMBRE, HAGA CLIC AQUÍ:
Miércoles 01 enero 2025
Santa María, Madre de Dios (S)
Nm 6, 22-27; Sal 66, 2-3.5-6.8; Ga 4, 4-7; Lc 2, 16-21
EVANGELIO: En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
REFLEXIÓN: Al iniciar el año, la Iglesia nos pone en sintonía con María, Madre de Dios, no solo para que nos acompañe a lo largo de los días que tenemos por delante, sino también para aprender de ella a vivir en sintonía de amor con el Padre por medio del Señor Jesús. En el evangelio leemos cómo los pastores van a ver al Niño, lo encuentran con su madre y cuentan todo lo que los ángeles habían dicho de Él. Comparten y oyen las maravillas que Dios había anunciado y que ahora se estaban cumpliendo. Pero el proyecto y el espíritu para este año nos lo deja María, pues ella guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. Así nos invita a tomar conciencia de cuánto el Señor hace en nosotros y que eso se vuelva acción de gracias y alabanza constantes.
ORACIÓN: Señor, tú nos dejas el ejemplo de tu madre como modelo y guía. Permite que, como en ella, tu Palabra y tu presencia orienten nuestra vida este año.
Jueves 02 enero 2025
Ss. Basilio y Gregorio, obispos y doctores (MO)
1 Jn 2, 22-28; Sal 97, 1-4; Jn 1, 19-28
EVANGELIO: Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías». Le preguntaron: «¿Entonces qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanen el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de ustedes hay uno que no conocen, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de su sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
REFLEXIÓN: Juan el Bautista está estrechamente relacionado con el Señor, hasta el punto de que muchos lo consideraban el Mesías, pero él siempre fue claro: «Yo no soy el Mesías». Otros entonces decían que podía ser Elías o uno de los profetas, y él también lo negaba. El Bautista, más bien, se define como «la voz que clama en el desierto», como el precursor que dispondrá al pueblo para recibir al Mesías esperado. Con todo, los fariseos aún insisten sobre su legitimidad para bautizar. Y eso le da ocasión para que presente al Señor: «Detrás de mí viene alguien a quien no soy digno de desatarle las correas de su sandalia. Así, queda lista la expectativa para la manifestación del Señor.
ORACIÓN: Padre santo, danos la humildad del Bautista, para que el centro de nuestra vida y de nuestra misión siempre sea Jesús, no nosotros.
Viernes 03 enero 2025
Santísimo Nombre de Jesús (ML)
1 Jn 2, 29—3, 6; Sal 97, 1.3-6; Jn 1, 29-34
EVANGELIO: Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia Él, exclamó: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre Él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre Él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».
REFLEXIÓN: Juan es un modelo perfecto de discipulado, ya que no actúa en función de sus intereses, sino que todo lo hace en referencia a Jesús, siempre busca encaminarnos hacia Él. Por eso, al verlo pasar indica sin titubeos: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». No teme quedarse sin seguidores, sabe que su misión, como la de todos nosotros, es llevar a otros hacia Jesús. Aunque no lo conocía con anticipación, Juan da testimonio de que en Él se cumplió el signo que se le había manifestado: vio al Espíritu posarse sobre Jesús en forma de paloma, lo cual acreditaba que Él era el elegido, el que bautizaría con Espíritu Santo. La tarea de Juan estaba cumplida, ahora tocaba esperar que el Señor mismo se revele al mundo.
ORACIÓN: Señor Jesús, como a Juan, ayúdanos a que siempre y en todo seamos instrumentos tuyos para que otros te conozcan y te sigan.
Sábado 04 enero 2025
Santa Ángela de Foligno, mística
1 Jn 3, 7-10; Sal 97, 1.7-9; Jn 1, 35-42
EVANGELIO: En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscan?». Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?». Él les dijo: «Vengan y verán». Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día; era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce: Pedro)».
REFLEXIÓN: Este pasaje destaca dos cualidades del discípulo. Por un lado, lo que vimos ayer: su misión es conducir a otros hacia Jesús. En esto, el desprendimiento de Juan es ejemplar. Por otro lado, el seguimiento de Jesús se gesta a través de la relación personal con Él. Así podemos conocerlo, estar, compartir y aprender de Él para asimilar su forma de ser y actuar. A partir de esa experiencia, el discípulo está listo para que, con su testimonio de vida, guíe a otros hacia Jesús, tal como lo hace Andrés con su hermano Simón.
ORACIÓN: Señor Jesús, ayúdanos a dejarnos moldear por ti, para que seas tú el que vaya inculcándonos tu forma de pensar y actuar.
Domingo 05 enero 2025
II Domingo después de Navidad
Eclo 24, 1-2.8-12; Sal 147, 12-15.19-20; Ef 1, 3-6.15-18;
Jn 1, 1-18; F. B. Jn 1, 1-5.9-14
EVANGELIO: En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de todo lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos creyeran. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de Él, y grita diciendo: «Este es de quien dije: “El que viene detrás de mí es superior a mí, porque existía antes que yo”». Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
REFLEXIÓN: El prólogo de san Juan, que leemos hoy, es uno de los pasajes medulares de nuestra fe. Nos sumerge en lo más profundo de la revelación: el Dios Trino y el misterio de la encarnación como el momento más trascendental no solo del cristianismo, sino de la existencia humana. De este modo, el Verbo eterno de Dios asume nuestra naturaleza en toda su caducidad y debilidad, con lo cual expresa, por una parte, el absoluto compromiso de Dios con la humanidad y, por otro, la absoluta grandeza de la naturaleza humana que es capaz de albergar a la divinidad en sí misma. Dios, por lo tanto, comparte nuestra existencia, nos redime desde nuestra fragilidad para encontrar en Él el sentido y la razón de toda nuestra existencia.
ORACIÓN: Señor Jesús, que te has encarnado por amor, muéstranos al Padre para que podamos gozar de la gracia y la verdad que nos trajiste para nuestra salvación.
Lunes 06 enero 2025
Epifanía del Señor (S)
Is 60, 1-6; Sal 71, 1-2.7-8.10-13; Ef 3, 2-3a.5-6; Mt 2, 1-12
EVANGELIO: Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo». Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel”». Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Vayan y averigüen cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encuentren, avísenme, para ir yo también a adorarlo». Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.
REFLEXIÓN: Este pasaje refleja la universalidad del mensaje cristiano y las reacciones contrapuestas que suscita. Por un lado, el rechazo y el deseo de eliminarlo (Herodes); y, por otro, la búsqueda entusiasta y perseverante de unos paganos que saben reconocer los signos que los conducen hacia el Señor. Al hallarlo, se postran, lo adoran y le ofrecen lo mejor de sí mismos: con el oro reconocen su realeza; con el incienso, su divinidad; y con la mirra, su entrega, su pasión. Su actitud refleja lo que debe hacer todo discípulo: aprender a leer los signos que lo conducen hacia Jesús sin ceder al desánimo por más que surjan adversidades y dificultades.
ORACIÓN: Señor Jesús, danos la disponibilidad y docilidad de estos magos para desinstalarnos y salir a buscarte donde sea que te manifiestes.
Martes 07 enero 2025
San Raimundo de Peñafort, presbítero
1 Jn 3, 22—4, 6; Sal 2, 7-8.10-12; Mt 4, 12-17.23-25
EVANGELIO: En aquel tiempo, al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías: «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló». Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Conviértanse, porque está cerca el Reino de los Cielos». Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y Él los curó. Y lo seguían multitudes venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania.
REFLEXIÓN: El evangelio de hoy describe el actuar y la manifestación de Jesús. Estamos ante un andariego urgido por dar a conocer la Buena Nueva. Por eso, se muestra incansable en recorrer, enseñar y proclamar el Evangelio. Y como signo de su autoridad, curaba toda enfermedad y dolencia. Es decir, la aceptación de su mensaje del Reino no solo llena de sentido la vida, sino que, a su vez, la sana. Este Maestro andariego causaba revuelo, lo seguían multitudes entusiastas, acudían con los enfermos y el Señor los curaba y liberaba a los endemoniados. Su fama traspasaba las fronteras. Tenía algo de lo que carecían otros predicadores: enseñaba con obras y palabras.
ORACIÓN: Padre bueno, enséñanos a anunciar el Evangelio de tu Hijo como lo hacía Él, con las palabras y con nuestra vida.
Miércoles 08 enero 2025
San Severino
1 Jn 4, 7-10; Sal 71, 1-4.7-8; Mc 6, 34-44
EVANGELIO: En aquel tiempo, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas. Cuando se hizo tarde se acercaron sus discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los poblados y aldeas de alrededor y se compren algo de comer». Él les replicó: «Denles ustedes de comer». Ellos le preguntaron: «¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?». Él les dijo: «¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver». Cuando lo averiguaron le dijeron: «Cinco, y dos peces». Él les mandó que la gente se recostara sobre la hierba verde en grupos. Ellos se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran. Y repartió entre todos los dos peces. Comieron todos y se saciaron, y recogieron las sobras: doce cestos de pan y peces. Los que comieron eran cinco mil hombres.
REFLEXIÓN: Una gran multitud ha seguido a Jesús, ya es tarde y los apóstoles se percatan de la situación: en ese descampado no hay nada que comer. Lo comunican a Jesús para que los despida, que cada quien resuelva sus necesidades. Pero el Señor los coloca en perspectiva divina; al borde de lo imposible, los invita a que ellos les den de comer. Eso les parece imposible, pero Jesús les pide que den todo lo que tienen: cinco panes y dos peces. Parece algo insignificante para tanta gente, pero el desprendimiento generoso y la intervención del Señor hacen que no solo alcance, sino que sobre. El Señor actúa, pero pide que se dé lo mejor que se tiene, que se dé todo, el resto lo hace Él.
ORACIÓN: Señor, llena nuestros corazones de generosidad para que pongamos a disposición tuya y de nuestro prójimo todo lo que somos y tenemos.