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MEDITACIÓN DIARIA
DEL EVANGELIO - JULIO 2024
-Por Padre Raúl Enrique Castro Chambi, sj-

Intención del papa Francisco para el mes de julio: Oremos para que el sacramento de la Unción de los Enfermos dé a las personas que lo reciben y a sus seres queridos la fuerza del Señor y se convierta cada vez más para todos en un signo visible de compasión y de esperanza.

 

Lunes 01 de julio
Santa Ester
Am 2, 6-10.13-16; Sal 49, 16-23, Mt 8, 18-22

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús viendo que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla. Se le acercó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas». Jesús le respondió: «Los zorros tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». Otro, que era discípulo, le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Tú sígueme. Y deja que los muertos entierren a sus muertos».

Reflexión: Este texto de san Mateo enfatiza en el seguimiento de Jesús con todas sus exigencias y consecuencias. Vemos que, haciéndonos discípulos de Jesús, se puede pasar de ser una persona de la ley (el escriba) a ser personas que caminen bajo la luz de la voluntad de Dios. Sin embargo, no todos asumimos el discipulado de la misma manera, solo hay que discernir dónde nos quiere el Señor y de qué manera nos pide que lo sigamos. A unos les dirá: «Vayan en paz»; a otros: «Tú sígueme». ¿Cuál de estas invitaciones sientes en tu corazón?

Oración: Señor, concédenos el don del discernimiento para saber dónde nos quieres.

Martes 02 de julio
Nuestra Señora del Huerto
Am 3, 1-8; 4, 11-12; Sal 5, 5-8; Mt 8, 23-27

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. Acercándose a Él sus discípulos, lo despertaron, diciéndole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!». Él les respondió: «¡Porqué tienen miedo! ¡Hombres de poca fe!». Y levantándose, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?».

Reflexión: Una de las experiencias que llenan de sentido nuestra vida cristiana es cuando depositamos toda nuestra confianza en las manos de Dios, en su suprema autoridad. Esto exige una gran disponibilidad de nuestra parte para permitir que Dios sea quien nos señale el camino. Es en el camino donde sobrevienen tempestades y donde se ponen en juego las exigencias propias del Reino, que nos permiten constatar que Dios, realmente, nos asiste en medio de las adversidades. Dios, como nos lo ha mostrado en Jesús, siempre está generando vida, abriendo rumbos, sanando enfermos, expulsando demonios... Conviene, entonces, preguntarnos qué sostiene nuestra fe cuando arremeten las tempestades de la vida.

Oración: Señor, ayúdanos a que siempre confiemos en ti.

Miércoles 03 de julio
Santo Tomás, apóstol
Ef 2, 19-22; Sal 116, 1-2; Jn 20, 24-29

Evangelio: Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «La paz esté con ustedes». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».

Reflexión: Cada uno de los discípulos de Jesús tenía una personalidad singular. Tomás, uno de los doce, prefería comprobar las cosas por sí mismo antes que dar fe a la palabra de los demás. Lamentablemente, el día de la resurrección, en que Jesús se apareció a los discípulos, él no estaba presente. Los demás, entusiasmados, le comentan lo ocurrido, pero él no puede dar crédito. Rechaza el testimonio de María Magdalena y de las otras mujeres y tampoco quiso creer a sus demás compañeros. Sentía la necesidad de vivir él mismo la experiencia de la presencia viva del Señor; supedita su fe a lo que pueda ver con sus ojos. Pero una vez que su deseo se cumple, se abre a la fe sin vacilaciones: «Señor mío y Dios mío».

Oración: Señor, sostennos en los momentos en que nuestra fe se tambalea y danos la gracias de cultivar un trato cotidiano contigo.

Jueves 04 de julio
Santa Isabel de Portugal
Am 7, 10-17; Sal 18, 8-11; Mt 9, 1-8

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús subió a una barca, pasó a la otra orilla del lago y fue a su ciudad. En esto le presentaron un paralítico, postrado en una camilla. Jesús viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados». Algunos de los escribas dijeron para sí: «Este blasfema». Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué piensan mal en sus corazones? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y camina”? Pues, para que vean que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados —dijo dirigiéndose al paralítico— “Levántate, toma tu camilla y anda a tu casa”». Y él se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó atemorizada y glorificaba a Dios, por haber dado tal poder a los hombres.

Reflexión: El evangelio de hoy nos muestra cuán atento estaba Jesús a las necesidades de los demás. Como el paralítico, seguramente también nosotros tenemos padecimientos de los que quisiéramos librarnos. La persona creyente, normalmente, recurre a Dios en esas circunstancias. Como el paralítico, busca, por general, ser sanada de alguna enfermedad. Pero ¿es solo la salud física la necesidad más profunda del ser humano? Dios no responde mecánicamente. Como hace con el paralítico, acoge nuestro deseo, incluso si no está bien formulado y responde a nuestras aspiraciones íntimas, aun aquellas de las que todavía no somos conscientes.

Oración: Señor, ayúdanos a acoger a los demás con respeto y benevolencia, tal como merecen los hijos e hijas de Dios

Viernes 05 de julio
San Antonio María Zaccaría, presbítero
Am 8, 4-6.9-12; Sal 118, 2.10.20.30.131; Mt 9, 9-13

Evangelio: En aquel tiempo, al pasar, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Y estando Jesús a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores que habían acudido, se sentaron a comer con Él y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que su Maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios”. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

Reflexión: ¿Quién era Mateo? El Evangelio nos dice que era un publicano, un oficio de mala reputación pero rentable, que consistía en cobrar los impuestos que los romanos exigían a los pueblos dominados. Los funcionarios del Estado encargados de esa función solían delegarla al mejor postor (los publicanos) a cambio de un porcentaje. Estos, para ganar más, alteraban las tarifas oficiales, prestaban dinero a quienes no podían pagar para cobrar luego con altos intereses. Por eso, pero sobre todo porque colaboraban con los romanos, eran tenidos como traidores y ladrones; no poseían derechos civiles entre los judíos y la gente los evitaba. Aun así, Jesús llama a un publicano y lo hace su apóstol.

Oración: Señor Jesús, que tu mirada misericordiosa ablande nuestros corazones y nos impulse a emprender el camino de la conversión.

Sábado 06 de julio
Santas María Goretti y Nazaria Ignacia March
Am 9, 11-15; Sal 84, 9.11-14; Mt 9, 14-17

Evangelio: En aquel tiempo, los discípulos de Juan el Bautista, se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?». Jesús les respondió: «¿Pueden acaso estar tristes los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de paño nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido, y se produce un desgarrón peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque revientan los odres; se derrama el vino y los odres se pierden; el vino nuevo se echa en odres nuevos y así ambos se conservan».

Reflexión: Las comidas de Jesús causaban controversia porque se sentaba a la mesa con publicanos y otros pecadores. Pero también su actitud con respecto al ayuno le acarrea críticas, porque su postura refleja una nueva manera de entender e interpretar la ley y las costumbres. Si bien no busca negar su valor, nos invita a superar cualquier legalismo o afán de aparentar. Por eso, el ayuno que propone Jesús no tiene por qué hacerse como una mera obligación, sino por convicción y con alegría.

Oración: Señor, que el ayuno sea para nosotros una experiencia liberadora, no esclavizante.

Domingo 07 de julio
XIV del Tiempo Ordinario
Ez 2, 2-5; Sal 122, 1-4; 2 Co 12, 7b-10; Mc 6, 1-6 - Salterio II

Evangelio: En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas, ¿no viven con nosotros aquí?». Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa». No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Reflexión: Jesús, el Hijo de Dios, ¿tuvo hermanos? Este pasaje de Marcos y otros han sido motivo de controversias desde los primeros siglos del cristianismo. San Jerónimo (347-420 d. C.), un gran conocedor de las lenguas bíblicas y traductor de la Biblia al latín, resolvió el asunto. Aseveró que el término hermano, tanto en hebreo como en griego, tiene un significado muy amplio; además de los hermanos de sangre, designa a los primos y los parientes cercanos. Por eso, Abraham llamaba «hermano» a Lot, que era su sobrino, igualmente Jacob a su tío Labán. Finalmente, los «hermanos» mencionados aquí llevan nombres bíblicos de carácter simbólico, que emparenta a Jesús con el Israel de la antigua alianza. Santiago significa Jacob, padre de las doce tribus; José es el hijo de Jacob; Judas es Judá, otro hijo de Jacob; y Simón o Simeón también es hijo de Jacob.

Oración: Señor, ayúdanos a centrarnos en lo central de nuestra fe: el amor al prójimo.

Lunes 08 de julio
Santos Aquila y Priscila
Os 2, 16b.17b-18.21-22; Sal 144, 2-9; Mt 9, 18-26

Evangelio: En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un jefe de la sinagoga que se arrodilló ante Él y le dijo: «Mi hija acaba de morir. Pero ven a imponerle tu mano y vivirá». Entonces, Jesús, se levantó y lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría de hemorragias desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando: “Con solo tocar su manto, quedaré sana”. Jesús se dio vuelta y, al verla, le dijo: «¡Ten confianza hija! Tu fe te ha sanado». Y en aquel momento la mujer quedó sana. Jesús llegó a casa de aquel jefe y, al ver a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, dijo: «¡Retírense! La niña no está muerta, está dormida». Y se reían de Él. Cuando hicieron salir a la gente, entró Él, tomó a la niña de la mano y ella se levantó. La noticia se divulgó por toda aquella región.

Reflexión: Si comparamos este pasaje de Mateo con sus paralelos de Marcos y Lucas, notaremos que su narración es más breve. No se detiene en detalles ni menciona a personajes secundarios. Su atención se centra en los diálogos, para resaltar que el milagro ocurre en un contexto de relaciones interpersonales, como respuesta a una petición llena de confianza. La fe, efectivamente, es eso, confiar en Cristo, encontrarse con Él, abandonarse en sus manos. Es lo que ocurre con Jairo y la mujer hemorroísa, tienen un encuentro personal con Jesús, cada uno a su modo, pero ambos con la misma confianza en Él. El Señor lo dice claro: «Tu fe te ha salvado».

Oración: Señor, danos tu gracia salvadora, ayúdanos a confiar siempre en ti en todo momento y circunstancia de nuestras vidas.

Martes 09 de julio
Nuestra Señora de Itatí
Os 8, 4-7.11.13; Sal 113b, 3-10; Mt 9, 32-38

Evangelio: En aquel tiempo, presentaron a Jesús un mudo endemoniado. Y expulsando el demonio, el mudo comenzó a hablar. Y la gente decía admirada: «Nunca se ha visto en Israel cosa igual». En cambio, los fariseos decían: «Este expulsa los demonios con el poder del príncipe de los demonios». Jesús recorría todas las ciudades y pueblos, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abandonados, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos; rueguen, pues, al dueño de la cosecha que mande trabajadores para la cosecha».

Reflexión: La atención al prójimo es lo central en la actividad de Jesús. Pero más que en eso, el evangelio de hoy se centra en la reacción de la gente. La gente sencilla se maravilla de la obra que realiza Jesús, ven en ella el cumplimiento de las promesas mesiánicas, y exclaman: «Nunca se ha visto cosa igual en Israel». Los fariseos, en cambio, cierran sus corazones. En vez de ver en las curaciones la manifestación del poder salvífico de Dios, usan los milagros como argumento para acusarlo de que actúa «con el poder del príncipe de los demonios». Este enfrentamiento anticipa el conflicto final que llevará a Jesús a la cruz.

Oración: Señor Jesús, ayúdanos a que con nuestras acciones aportemos alivio a las otras personas y seamos congruentes con tu Evangelio.

Miércoles 10 de julio
Ss. Agustín Zhao Rong, presbítero, y Comps., mártires
Os 10, 1-3.7-8.12; Sal 104, 2-7; Mt 10, 1-7

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar espíritus impuros y curar toda enfermedad y dolencia. Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro y su hermano Andrés; Santiago el hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayan a tierra de paganos, ni entren en las ciudades de Samaria, sino vayan a las ovejas descarriadas de Israel. Vayan y proclamen que el Reino de los Cielos está cerca».

Reflexión: Dios ama a todas sus hijas e hijos, y a cada una y uno nos concede una vocación, es decir, un camino específico para que cada quien nos desempeñemos en la vida. El evangelio de hoy nos habla de los doce apóstoles, un pequeño grupo de personas bien dispuestas que darán origen al Israel de la nueva alianza. Ellos serán los encargados de propagar el mensaje de Jesús, el Evangelio del Reino. Con sus palabras y sus signos, continuarán la misión de Jesús, seguros de que Él siempre está presente. Por eso, les dirá: «El que los recibe a ustedes, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a quien me envió» (Mt 10, 40).

Oración: Señor, que siempre estemos atentos a la escucha de tu Palabra, que seamos conscientes que tú eres nuestro camino al Padre.

Jueves 11
San Benito, abad
Os 11, 1-4.8c-9; Sal 79, 2-3.15-16; Mt 10, 7-15

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «No vayan a tierra de paganos, ni entren en las ciudades de Samaria, sino vayan a las ovejas descarriadas de Israel. Vayan y proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, expulsen demonios. Lo que han recibido gratis, denlo gratis. No lleven encima oro, plata ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento. Cuando entren en un pueblo o ciudad, busquen a alguna persona de confianza y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en una casa, saluden con la paz; si la casa se lo merece, su paz vendrá sobre ella. Si no se lo merece, la paz volverá a ustedes. Si alguno no los recibe o no escucha sus palabras, al salir de su casa o del pueblo sacudan el polvo de los pies. En verdad les digo que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo».

Reflexión: Jesús habla de perdón y perdona, predica la misericordia y es misericordioso. Es coherente entre lo que dice y lo que hace. Lo mismo les pide a sus enviados, que haya coherencia entre sus palabras y sus obras. Deben proclamar la Buena Noticia de que el amor de Dios se ha revelado y se ofrece como salvación para todos. Han de anunciar la cercanía del Reinado de Dios, la primacía de su amor y su justicia. Las obras que acompañen ese anuncio deben hacer visible que se ha iniciado ya la era mesiánica, el tiempo del encuentro de la humanidad con Dios en un mundo transformado por la fraternidad, la paz y la justicia.

Oración: Señor, enséñanos a ser apóstoles fieles y que pongamos en práctica tus orientaciones cuando anunciamos el Reino.

Viernes 12
San Juan Gualberto, abad
Os 14, 2-10; Sal 50, 3-4.8-9.12-14.17; Mt 10, 16-23

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «Miren que yo los envío como ovejas en medio de lobos; por eso, sean astutos como serpientes y sencillos como palomas. Pero cuidado con la gente, porque los entregarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas y los harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Cuando los entreguen no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu del Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán. Todos los odiarán a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra. Porque en verdad les digo que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre».

Reflexión: La misión de los discípulos es continuar la obra de Jesús. Pero ellos recordarán que su suerte será la misma que la del Maestro. Como a Él, los han de perseguir (Jn 15, 20), los entregarán a los tribunales y a algunos, incluso, los condenarán a muerte. Los que intentan acallar la voz de la verdad por medio de la injusticia no soportarán la forma de vida de los discípulos. El justo, con su sola presencia, desenmascara la mentira del corrupto; y este no tiene más remedio que hacerlo callar o desaparecerlo de su vista. Eso sucedió, por ejemplo, con Juan Bautista, degollado por Herodes; o Esteban, que es apedreado porque «no pudieron contradecir la sabiduría y el espíritu con que hablaba» (Hch 6, 8-15). Sin embargo, no estamos solos, el Espíritu Santo nos asiste.

Oración: Señor, danos la gracia de caminar siempre guiado por la luz y la fuerza de tu Espíritu.

Sábado 13
Santa Teresa de Jesús de los Andes, religiosa
Is 6, 1-8; Sal 92, 1-2.5; Mt 10, 24-33

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro y al siervo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! Pero no les tengan miedo, porque no hay nada secreto que no llegue a descubrirse; nada escondido que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche díganlo ustedes en pleno día, y lo que escuchen al oído pregónenlo desde la azotea. No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo en el infierno. ¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno de ellos cae al suelo sin que el Padre de ustedes lo disponga. En cuanto a ustedes hasta los cabellos de la cabeza están todos contados. Por eso, no tengan miedo: Valen más ustedes que muchos gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte delante de mi Padre que está en el cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en el cielo».

Reflexión: En el seguimiento de Jesús, nos sentimos llamados entregar la vida sin cálculos ni condiciones. Pero esto solo es posible bajo la certeza de que por medio del discipulado alcanzamos la plenitud de la vida. Como Jesús, los discípulos saben que existen valores del Evangelio que no se pueden transmitir sino en la cruz y desde la cruz. Eso evita que la Iglesia actúe solo por supervivencia o para mantener ciertos privilegios en la sociedad. Obrar así solo lleva ocultar la luz del Evangelio y volverlo una sal insípida.

Oración: Señor, anímanos con la fuerza de tu Espíritu para que seamos fieles testigos y anunciadores de tu Evangelio.

Domingo 14 de julio
XV del Tiempo Ordinario
Am 7, 12-15; Sal 84, 9-14; Ef 1, 3-14 F. B. Ef 1, 3-10; Mc 6, 7-13
Salterio III

Evangelio: En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió: «Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de aquel lugar. Y si en algún sitio no los reciben ni los escuchan, márchense de allí, sacúdanse el polvo de los pies, para que les sirva a ellos de advertencia». Ellos salieron a predicar la conversión, echando muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

Reflexión: La evangelización se realiza desde la horizontalidad, involucrándonos en la realidad, porque eso nos permite tener una visión más amplia del mundo. Por eso, en este discurso, Jesús propone al cristiano evangelizar humanizando. Los valores del Evangelio nos hacen más humanos y nos mueven a construir un mundo más humano. Por eso, los cristianos luchan activamente contra los males que oprimen a la gente, ya que creen en la eficacia del bien y en las posibilidades de mejorar la calidad de la vida humana. El cristiano apoya todo lo positivo del mundo, todas las posibilidades que se ofrecen de encarnar los valores del Evangelio en nuestra sociedad.

Oración: Señor, danos la gracia de evangelizar sin traicionar nuestra humanidad, sin colocar cargas pesadas a los demás.

Lunes 15
San Buenaventura, obispo y doctor
Is 1, 10-17; Sal 49, 8-9.16-17.21.23; Mt 10, 34—11, 1

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No piensen que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino la espada. He venido a enemistar al hijo con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que trate de salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo. El que dé de beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad les digo que no quedará sin recompensa». Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar por aquellas ciudades.

Reflexión: El evangelio de hoy se centra en la experiencia de la cruz. Pero no se trata de buscar la cruz por sí misma (el dolor por el dolor), sino imitar y seguir a Jesús con todas las exigencias que eso supone, incluso a riesgo de la propia vida. Una entrega así asegura la plenitud en esta vida y la siguiente. El texto concluye con un elogio hacia los que acogen a un discípulo del Señor, aunque sean pobres y sencillos, pues existe una identificación entre Él y sus enviados: «El que a ustedes recibe, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado» (Mt 10, 40).

Oración: Señor, concédenos la gracia de llevar nuestras cruces siendo siempre solidarios con todos, principalmente con los que sufren.

Martes 16
Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo
Is 7, 1-9; Sal 47, 2-8; Mt 11, 20-24 o bien Za 2, 14-17; Sal: Lc 1, 46-55; Mt 12, 46-50

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús se puso a reprender a las ciudades donde había realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas con vestido de penitencia y ceniza. Les digo que el día del juicio será más llevadero para Tiro y Sidón que para ustedes. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Pues bajarás al infierno. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han realizado en ti, esa ciudad todavía existiría. En verdad les digo que, en el día del juicio la tierra de Sodoma será tratada con menos rigor que tú».

Reflexión: En las decisiones libres, que incluyen la aceptación o el rechazo de la Palabra del Señor, se juega el destino final de las personas en términos de felicidad o infelicidad, vida realizada o vida echada a perder. A medida que, por la acción del Espíritu Santo, nuestra conciencia religiosa se desarrolla y purifica, a medida que maduramos en la fe, comprendemos que Dios solo busca nuestra felicidad para el mundo presente y para el futuro. Entendemos también que obedecerlo esperando algún premio o por miedo a algún castigo no es un servicio auténtico. Comprendemos que, lo que llamamos castigo, solo es la consecuencia del mismo mal que se hace. El mal daña, el pecado perjudica a quien lo comete.

Oración: Señor, danos un espíritu de discernimiento para tener claridad sobre lo que es fundamental en la realización de tu voluntad.

Miércoles 17
Beatos mártires riojanos, Enrique Angelelli; Gabriel Longueville; Carlos de Dios Murias; Wenceslao Pedernera
Is 10, 5-7.13-16; Sal 93, 5-10.14-15; Mt 11, 25-27

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús exclamó: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Reflexión: Jesús alaba al Padre por haberse manifestado a los más frágiles, a los pequeños y sencillos. Él nos revela la voluntad de Dios que prefiere a los más frágiles. Jesús mismo lo confirmó con sus actos y palaras. Otros, por el contrario, como los letrados, los sabios, no pueden conectar con los pobres y sencillos. En cambio, Jesús, en este pasaje de Mateo, deja claro que esa preferencia de Dios por los pequeños de este mundo es real. Él mismo es uno más de ellos, creció en la pequeña e insignificante aldea de Nazaret, incluso su nacimiento en un establo manifiesta ya que Dios prefiere a quienes el mundo considera últimos.

Oración: Señor, ayúdanos a descubrir tu voluntad entre los más frágiles y débiles de este mundo tal como tú lo prefieres.

Jueves 18
San Federico, obispo
Is 26, 7-9.12.16-19; Sal 101, 13-21; Mt 11, 28-30

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús exclamó: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Reflexión: La invitación de Jesús a que carguemos con su yugo se dirige, en primer lugar, a los judíos que se veían forzados a practicar una religión legalista, tal como habían convertido los fariseos y maestros a la ley de Moisés. De esa forma sofocaban la libertad de las conciencias y era muy difícil de cumplir (Cf. Mt 23, 4). Es decir, se había convertido en una carga pesada. Jesús es muy diferente. La ley que enseña para ordenar las relaciones con Dios y con el prójimo es un yugo suave y ligero porque es, ante todo, la respuesta agradecida al amor de Dios que nos hace hijos e hijas suyos. Dios quiere ser amado y respetado con libertad, no por obligación ni por temor.

Oración: Señor, ayúdanos a entender que tú nos quieres libres, para que podamos optar por ti cada día de nuestra vida.

Viernes 19
San Arsenio
Is 38, 1-6.21-22.7-8; Sal: Is 38, 10-12.16; Mt 12, 1-8

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús atravesaba un sembrado, en sábado, y los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al ver esto, le dijeron: «Mira, tus discípulos están haciendo aquello que no es lícito en sábado». Pero Él les respondió: «¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? ¿Cómo entró en la casa de Dios y comieron de los panes de la ofrenda, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino solo a los sacerdotes? ¿Y no han leído en la ley que los sacerdotes, en el templo, quebrantan el precepto del sábado sin incurrir en falta? Pues Yo les digo que aquí hay alguien que es más que el templo. Si comprendieran lo que significa “quiero misericordia y no sacrificio”, no condenarían a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del Hombre es Señor del sábado».

Reflexión: Al decir Jesús que Él está por encima del sábado y del templo, declara que las instituciones religiosas, incluso las más sagradas, están al servicio de los seres humanos, no al revés. Su fin es ayudarlos a encontrarse con Dios, no ser un instrumento de opresión. Leyendo entrelíneas, vemos que la autoridad con que da este giro fundamental a las prácticas religiosas y morales, se basan en la estrecha relación que existe entre su persona y algunos temas centrales de la Sagrada Escritura, como son la realeza de David, el templo, los panes de la ofrenda, el descanso sabático y las prerrogativas de los sacerdotes.

Oración: Señor, concédenos que, cuanto hagamos, sea para mayor gloria tuya y para el bien del prójimo.

Sábado 20
San Apolinar, obispo y mártir
Mi 2, 1-5; Sal 9, 22-25.28-29.35; Mt 12, 14-21

Evangelio: En aquel tiempo, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se alejó de allí y muchos le siguieron. Él los curó a todos, advirtiéndoles que no lo dieran a conocer. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Miren a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre Él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña resquebrajada no la quebrará, ni apagará la mecha que apenas arde, hasta implantar el derecho. Y en su nombre esperarán las naciones».

Reflexión: El evangelista Mateo ve a Jesús como el siervo de Yahvé anunciado por el profeta Isaías. Jesús, como el siervo, es el elegido, el Hijo amado en quien el Padre se complace. Jesús siervo no discute ni es violento, no pelea ni se impone, no coacciona ni domina, no emplea medios espectaculares para sojuzgar, no basa la eficacia de su mensaje en la fuerza de la propaganda, aunque lo que Él diga en secreto, haya que decirlo desde las azoteas. Atento a las personas, es manso y humilde para esperar el tiempo propicio de cada uno. Se muestra comprensivo con las fragilidades e incertidumbres humanas; hace triunfar sobre la tierra la justicia-santidad de Dios, y en Él ponen su esperanza todos los pueblos.

Oración: Señor Jesús, que nosotros siempre sigamos tus pasos de siervos misericordiosos, portadores de esperanza para los sufrientes y cansados.

Domingo 21 de julio
XVI del Tiempo Ordinario
Jr 23, 1-6; Sal 22, 1-6; Ef 2, 13-18; Mc 6, 30-34 - Salterio IV

Evangelio: En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en la barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todos los pueblos fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y sintió compasión de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.

Reflexión: La escucha de la Palabra del Señor potencia nuestra capacidad de discernimiento, nos ayuda a comprender mejor la realidad. Solo así, la Escritura es palabra eficaz, que toca nuestra vida y nos cambia. Hay que oír, pues, su invitación a estar con Él, a saber retirarnos y descansar porque, quizás sin darnos cuenta, llevemos una vida que deshumaniza, una vida agitada, absorbida por el trabajo, centrada más en lo superficial que en lo esencial. Esto, lo primero que hace es perjudicar nuestras relaciones personales y con Dios. Como toda relación, la amistad con Cristo requiere ser cultivada, necesitamos dedicarle tiempo para estar a solas con Él. Esos son los «lugares deshabitados» donde nos apartamos para la escucha del Maestro.

Oración: Señor, abre nuestros oídos y nuestros corazones para que escuchemos atentamente tu Palabra.

Lunes 22
Santa María Magdalena
Ct 3, 1-4a; o bien 2 Co 5, 14-17; Sal 62, 2-6.8-9; Jn 20, 1.11-18

Evangelio: El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!». Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre de ustedes, al Dios mío y Dios de ustedes”». María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».

Reflexión: En este comentario solo nos fijaremos en la respuesta de María Magdalena cuando Jesús la llama por su nombre. Ella le dice ¡Rabboní!, que significa «maestro»; es decir, reconoce a Jesús como su Maestro y, por tanto, se ve a sí misma como su discípula. Ha realizado el camino del discipulado, ha pasado de la desconfianza a la confianza, del miedo a la fe, de la tristeza al gozo. Como Marta de Betania, ella también reconoce en Jesús la resurrección y la vida, y sabe que creer en Él es tener vida eterna (Jn 11, 25). El encuentro con Él, por medio de la fe, lleva en sí ya el germen de nuestra resurrección, el preludio de la derrota definitiva de la muerte.

Oración: Señor, que tu presencia viva entre nosotros disipe nuestros temores, fortalezca nuestra fe y nos transforme en testigos tuyos.

Martes 23
Santa Brígida de Suecia, religiosa
Mi 7, 14-15.18-20; Sal 84, 2-8; Mt 12, 46-50

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús estaba hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con Él. Alguien le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablar contigo». Pero Él contestó al que le avisaba: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».

Reflexión: La Iglesia es una familia, la familia de Jesús. Pertenecen a ella quienes se reúnen en torno a la Palabra para internalizarla y convertirla en su guía, aquellos que toman como su luz los dichos y hechos de Jesús. La Iglesia es un asunto del corazón, solo es de familia cuando se la ve como algo nuestro. Eso lleva a que la amemos, celebremos con ella y suframos con sus padecimientos y limitaciones. Por eso mismo, procuraremos ayudarla a ser cada vez una mejor esposa de Cristo. La acogida obediente de la Palabra asemeja al discípulo con María, modelo del creyente y modelo de la Iglesia, que acoge la Palabra y la lleva a cumplimiento. Ella es bienaventurada porque cree y su maternidad verdadera consiste en escuchar y realizar la Palabra.

Oración: Señor, danos la gracia de sentirnos hijas e hijos tuyos, y que sepamos reconocer a los demás como hermanos.

Miércoles 24
San Francisco Solano
Jr 1, 1.4-10; Sal 70, 1-6.15.17; Mt 13, 1-9

Evangelio: Aquel día, Jesús salió de casa y se sentó a orillas del mar. Y acudió a Él tanta gente que tuvo que subirse a una barca. Se sentó y la gente se quedó de pie en la orilla. Y les habló muchas cosas en parábolas. Les decía: «Salió el sembrador a sembrar, al sembrar, unas semillas cayeron al borde del camino; vinieron los pájaros y se las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra y como la tierra no era profunda, brotaron enseguida; pero, en cuanto salió el sol, se marchitaron y por falta de raíz se secaron. Otras cayeron entre espinos, que crecieron y las ahogaron. El resto cayó en tierra fértil y dio fruto: unas, ciento; otras, sesenta; otras, treinta. ¡El que tenga oídos que oiga!».

Reflexión: En esta parábola, a pesar de las dificultades de la siembra, Jesús nos asegura buenos resultados. Su Palabra es capaz de atravesar el espesor del mal en nuestro corazón y convertirnos a Él. Jesús nos invita a observar aquello que nos hace resistirnos a su mensaje, no para abatirnos, sino para darnos cuenta cómo Él lucha por entrar en nuestros corazones. Nos pide que analicemos nuestras reticencias y que nos libremos de ellas para acoger su Palabra. Al celebrar la Eucaristía, Dios siembra su Palabra en nosotros, renovamos la confianza en su obra y le pedimos que, al comulgar con el cuerpo de su Hijo, su Evangelio se haga vida en nosotros.

Oración: Padre santo, haznos tierra fértil para tu Palabra, para que la traduzcamos en abundantes frutos de amor y misericordia.

Jueves 25
Santiago, apóstol
Hch 4, 33; 5, 12.27-33; 12, 2; o bien 2 Co 4, 7-15; Sal 66, 2-3.5.7-8; Mt 20, 20-28

Evangelio: En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?». Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». Pero Jesús replicó: «No saben lo que piden. ¿Son capaces de beber el cáliz que yo he de beber?» Contestaron: «Lo somos». Él les dijo: «Mi cáliz lo beberán; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tienen reservado mi Padre». Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre ustedes; el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser primero entre ustedes que sea su esclavo. Igual que el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos».

Reflexión: Jesús camina con sus discípulos, en este caso, rumbo a Jerusalén. Ellos son testigos de sus obras y milagros, sin embargo, tienen otros intereses, están lejos del corazón del Señor. Caminan con Jesús, pero no están con Él. Pretenden mostrar que son capaces de las más altas entregas y renuncias, que aceptarán correr el mismo destino que el Maestro, pero es solo una valentía pasajera, una generosidad emotiva. En el momento de los hechos, huirán, abandonarán a su maestro. No obstante, Jesús, les ayuda a comprender, que no es así el seguimiento. Solo reconociendo sus propias debilidades y disponiéndose al servicio generoso, el Maestro puede ayudarles y darles las gracias para alcanzar una mayor intimidad con Él.

Oración: Señor, haznos tomar conciencia de aquellos intereses que nos impiden ser auténticos discípulos tuyos.

Viernes 26
Santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen María
Jr 3, 14-17; Sal: Jr 31, 10-13; Mt 13, 18-23 o bien Eclo 44, 1.10-15; Sal 131, 13-14.17-18; Mt 13, 16-17

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Escuchen, pues, lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la Palabra del Reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la Palabra y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante. Y en cuanto viene una dificultad o persecución por la Palabra, enseguida sucumbe. Lo sembrado entre espinos significa el que escucha la Palabra, pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la Palabra y la entiende; ese dará fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno».

Reflexión: ¿Qué resistencias ponemos a la Palabra de Dios, que le impiden entrar en nuestras vidas? Necesitamos darnos cuenta de eso, no para recriminarnos, sino para reconocer de qué forma lucha el Señor para entrar en nuestros corazones. El evangelio de hoy nos llama a poner la atención en eso, a mirar la acción de la gracia de Dios en nuestros corazones. Pablo, por ejemplo, era consciente de la paciencia que Dios tenía con él para convertirlo en un instrumento eficaz: «Cristo Jesús me tuvo compasión, para demostrar conmigo toda su paciencia, dando un ejemplo a los que habrían de creer y conseguir la vida eterna» (1 Tm 1, 16). Los frutos de la Palabra sembrada en nuestro interior son de Dios, son Dios mismo que se nos da.

Oración: Señor, ablanda nuestros corazones para que las semillas de tu Palabra den fruto abundante en nuestra vida.

Sábado 27
San Pantaleón
Jr 7, 1-11; Sal 83, 3-6.8.11; Mt 13, 24-30

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras sus hombres dormían, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los trabajadores a decirle al amo: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”. Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho”. Los trabajadores le preguntaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”. Pero Él les respondió: “No, porque al arrancar la cizaña, podrían arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los que han de recogerla: “Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y el trigo almacénenlo en mi granero”».

Reflexión: Este texto nos permite mirar cómo procede Dios frente a la presencia del mal. Es comprensible que, ante la presencia del mal en el mundo, sobre todo, frente al sufrimiento de los inocentes, nos preguntemos por la bondad de Dios. Si bien nuestra fe no ofrece una teoría consoladora que resuelva esos interrogantes, traza un camino para hacer frente al mal en sí y para transformar el mundo con los valores del Reino de Dios. Eso permite ver todo mal y todo sufrimiento bajo el amor de Dios que «renovará la faz de la tierra» y que «enjugará las lágrimas de los ojos» (Ap 21, 4). Ese es el camino de Jesús que, desde su cruz, nos reveló la fuerza del amor de Dios que supera el mal y la muerte misma.

Oración: Señor, permite que no cedamos al pesimismo frente a las desgracias de la vida, sino que la certeza de tu amor sostenga nuestra esperanza.

Domingo 28 de julio
XVII del Tiempo Ordinario
2 R 4, 42-44; Sal 144, 10-11.15-18; Ef 4, 1-6; Jn 6, 1-15 - Salterio IV

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde compraremos panes para dar de comer a toda esta gente?». Lo decía para ponerlo a prueba, pues bien sabía Él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios no bastan para que a cada uno le toque un pedazo de pan». Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero, ¿qué es eso para tantos?». Jesús dijo: «Digan a la gente que se siente». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; hizo lo mismo con el pescado y les dio todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recojan los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie». Los recogieron, y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. La gente entonces, al ver la señal milagrosa que había hecho, decía: «Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo». Jesús, entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña, Él solo.

Reflexión: El evangelio de hoy es el inicio del capítulo 6 de san Juan, una sección profundamente eucarística, que leeremos por cuatro domingos. Aquí se nos presenta al pan vivo (Jesús), que supera al maná ofrecido en el camino del éxodo porque, ahora, es Dios mismo quien se dona. Este pasaje también desliza varios temas que van desde el conocimiento sobrehumano de Jesús hasta su aguda mirada para percibir las necesidades más profundas de los seres humanos. Él es el Señor, pero se entrega, se reparte sin medida. Por lo tanto, tenemos motivos para la esperanza, el Padre bueno siempre estará a nuestro alcance sean cuales sean las circunstancias.

Oración: Gracias, Señor Jesús, por haberte quedado con nosotros y seguirnos alimentando con el pan eucarístico.

Lunes 29
Santos Marta, María y Lázaro
1 Jn 4, 7-16; Sal 33, 2-11; Jn 11, 19-27 o bien Lc 10, 38-42

Evangelio: En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día». Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». Ella contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Reflexión: En este pasaje de san Juan, se resalta la figura de Marta, una de las hermanas de Lázaro. Mientras María se queda en casa —«sentada», dice el texto, para señalar su estado de aflicción por el fallecimiento de su hermano—, Marta sale al encuentro de Jesús para acogerlo y recibir sus condolencias. Al verlo, le dirige una súplica cargada de fe en el poder divino que obra en Él y, al mismo tiempo, reconoce que no tenía cómo evitar la muerte de su hermano. Es la pobre que sabe que solo Dios puede cambiar las cosas, no por sus méritos, sino por el amor que Él tiene a sus amigos.

Oración: Gracias, Padre, por tantas veces que nos has devuelto a la vida para ordenar y orientar nuestro corazón hacia lo más profundo y verdadero.

Martes 30
San Pedro Crisólogo, obispo y doctor
Jr 14, 17-22; Sal 78, 8-9.11.13; Mt 13, 36-43

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el final de los tiempos y los que recogen la cosecha, los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos. El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su Reino a todos los escándalos y a todos los que darán iniquidad y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».

Reflexión: Esta parábola, implícitamente, nos lanza una advertencia: pertenecer a una comunidad cristiana no garantiza por sí sola la salvación. Llegará un momento en que todas las conductas queden al descubierto. La separación no se hará con base en criterios religiosos, sino según como hayamos vivido el mandamiento del amor al prójimo. Queda sin piso, entonces, la sola confianza en prácticas religiosas mientras se descuida lo esencial, la ley del amor. Al mismo tiempo, vemos en este texto que la gracia divina y la libertad humana siempre están relacionadas. La gracia potencia y orienta la libertad del ser humano y lo capacita para practicar el bien, pero nunca la sustituye. La gracia nos hace más auténticos al orientarnos para obrar como hijas e hijos de Dios.

Oración: Señor, que tu gracia nos libere de las fuerzas del mal y oriente nuestro ser y hacer hacia la búsqueda del bien.

Miércoles 31
San Ignacio de Loyola, presbítero
Jr 15, 10.16-21; Sal 58, 2-5.10-11.17-18; Mt 13, 44-46

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante que busca perlas finas y al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra».

Reflexión: El Reino de Dios no es un mérito ni solo el resultado de nuestro esfuerzo; es fruto de la gratuidad divina y la cooperación humana. Su grandeza exige la toma de decisiones radicales, pero, al mismo tiempo, que estas sean jubilosas y liberadoras. Ciertamente, es fundamental que todo cristiano opte por Cristo y su plan de salvación, pero eso no se hace a regañadientes. Descubrir el Reino transforma nuestra visión del mundo y la forma como solemos valorar las cosas. Por eso, convencidos y llenos de alegría, pondremos todos los medios y todo nuestro empeño para que ocupe el centro de nuestra vida.

Oración: Señor, danos manos generosas para que no escatimemos nada en edificación de tu Reino en este mundo.

Jueves 01 de agosto
San Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor
Jr 18, 1-6; Sal 145, 1-6; Mt 13, 47-53

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El Reino de los Cielos se parece también a la red que se echa al mar y atrapa toda clase de peces. Cuando está llena, la sacan a la orilla y sentándose recogen los buenos en canastos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos, saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Han entendido bien todo esto?». Ellos le contestaron: «Sí». Entonces, Jesús les dijo: «Todo escriba que se haya hecho discípulo del Reino de los Cielos, se parece a un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo». Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.

Reflexión: Todos estamos llamados a descubrir y trabajar por hacer presente el Reino en este mundo. La parábola de la red que leemos hoy se sitúa en el horizonte del final de los tiempos. Con una imagen dura (la separación de peces buenos y malos), el evangelista Mateo busca conmover nuestras conciencias para que decidamos acoger y obrar según los valores del Reino. Una seguridad nos acompañará en el camino, la última palabra la tiene Dios que hará triunfar al bien en el mundo y en cada uno de nosotros.

Oración: Señor Jesús, ayúdanos a tener una mirada limpia para discernir lo que es bueno y lo que nos conduce a vivir desde el Reino de Dios.

Viernes 02 de agosto
San Eusebio de Vercelli, obispo
Jr 26, 1-9; Sal 68, 5.8-10.14; Mt 13, 54-58

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús fue a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada: «¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?». Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: «Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta». Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe.

Reflexión: Jesús anunciaba a Dios como un Padre bueno, compasivo y misericordioso. Seguramente, María y José le transmitieron la experiencia de este Dios alfarero, y asimiló las esperanzas de su pueblo durante el trabajo cotidiano con José. La familia de Jesús, humilde y pobre como tantas, es la que Dios elige para enviarnos al Mesías, todo lo contrario a las ideas que muchos tenían en Israel. Por eso, incluso entre los propios paisanos de Jesús primó la incredulidad. ¿Cómo podía ser Él el Mesías? Pero así es, Dios siempre nos sorprende. En su Hijo, nos ha mostrado sus caminos, Él prefiere a los pequeños de este mundo.

Oración: Padre bueno, auxílianos para que venzamos nuestras ambiciones de poder y gloria, y que, más bien, prefiramos la senda del amor y la misericordia.

Sábado 03 de agosto
San Pedro de Anagni
Jr 26, 11-16.24; Sal 68, 15-16.30-31.33-34; Mt 14, 1-12

Evangelio: En aquel tiempo, el tetrarca Herodes oyó lo que se contaba de Jesús y dijo a sus cortesanos: «Ese es Juan Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en Él poderes milagrosos». Es que Herodes había hecho arrestar a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe. Porque Juan le decía que no era lícito vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente que lo tenía por profeta. El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos y le gustó tanto a Herodes que juró darle lo que pidiera. Ella, instigada por su madre, le dijo: «Dame ahora mismo, en una bandeja la cabeza de Juan Bautista». El rey se entristeció; pero por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran; y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven y ella se la llevó a su madre. Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron y fueron a contárselo a Jesús.

Reflexión: No es casualidad que los discípulos de Juan Bautista vayan a notificar a Jesús la muerte de su maestro, porque Él es quien llevará a su plenitud la obra iniciada por el Bautista. Pero no es solo eso, su muerte injusta, arbitraria es un preludio del destino que le espera igualmente al Mesías, quien, unos años después, también será condenado a muerte por los poderes de este mundo. Herodes padre buscó acabar con el niño Jesús, pero no pudo. Ahora su hijo, consuma la injusticia dando muerte a su precursor. Su muerte, sin embargo, no es estéril, es la ratificación de su coherencia de vida, un ejemplo para todos.

Oración: Señor, infúndenos valentía como a san Juan Bautista y que ningún tipo de temor ni amenaza nos haga alejarnos del camino del Evangelio.

Domingo 04 de agosto
XVIII del Tiempo Ordinario
Ex 16, 2-4.12-15; Sal 77, 3-4.23-25.54; Ef 4, 17.20-24; Jn 6, 24-35

Evangelio: En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?». Jesús les contestó: «Les aseguro, no me buscan por los signos que vieron, sino porque comieron pan hasta saciarse. Trabajen no por el alimento que se acaba, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que les dará el Hijo del Hombre; porque es Él a quien el Padre Dios lo ha marcado con su sello». Ellos le preguntaron: «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?». Respondió Jesús: «La obra de Dios es esta: que crean en quien Él ha enviado». Le replicaron: «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo”». Jesús les replicó: «Les aseguro que no fue Moisés quien les dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed».

Reflexión: Proseguimos hoy domingo con el capítulo 6 de san Juan. En este texto Jesús señala lo esencial de la fe cristiana: «La obra [así, en singular] que Dios quiere es esta: que crean en el que Él ha enviado». Esta es la nueva exigencia, esto es lo que hemos de aceptar; lo demás es secundario. Sin embargo, los interlocutores de Jesús (que podemos ser también nosotros) se rehúsan a aceptarlo como su norma de vida; no ven la relación con Él como un trato con Dios mismo. No lo juzgan digno de confianza y argumentan: «¿Qué signos nos das […]? Nuestros padres comieron el maná en el desierto». Exigir un signo es siempre muestra de incredulidad y falta de confianza. Jesús ya les había dado el signo del pan, ahora les corresponde a ellos (y a nosotros) acogerlo como el pan de vida que sacia toda hambre.

Oración: Señor Jesús, aumenta nuestra fe para que te acojamos como el alimento eterno que llena de sentido nuestras vidas.

Lunes 05 de agosto
Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor
Jr 28, 1-17; Sal 118, 29.43.79.80.95.102; Mt 14, 13-21

Evangelio: En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en una barca, a un sitio tranquilo y apartado. Cuando la gente lo supo, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús la muchedumbre, sintió compasión de ellos y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a los poblados y compren algo de comer». Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, denles ustedes de comer». Ellos le replicaron: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces». Les dijo: «Tráiganmelos». Mandó a la gente que se sentara sobre la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos y los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta saciarse y recogieron doce canastos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

Reflexión: Todo el ser de Jesús y su mensaje, todo lo que nosotros creemos y esperamos se sintetiza en el gesto de compartir con los demás lo que cada uno tiene y lo que es. Eso significa partir juntos el pan. Cuando el pan se acumula en pocas manos y existe gente que se queda con hambre, la celebración de la Eucaristía se queda incompleta. Por eso, cuando los primeros cristianos celebraban la Cena del Señor, hacían que, en su única e indivisible celebración, se efectuara la distribución de bienes, para que no hubiera pobres entre ellos (cf. Hch 4, 32-35). En eso consistía comer juntos el Cuerpo del Señor, el pan de la unidad, que les permitía tener «un solo corazón y una sola alma» (Hch 4, 32). Por eso, «no se puede separar el sacramento del Cuerpo de Cristo del sacramento del hermano» (Papa Benedicto XVI).

Oración: Señor, danos manos generosas para que venzamos el egoísmo, y sepamos compartir lo mucho o poco que tenemos.

Martes 06 de agosto
Transfiguración del Señor
Dn 7, 9-10.13-14; Sal 96, 1-2.5-6.9; 2 P 1, 16-19; Mc 9, 2-10

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escúchenlo». De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos». Esto se les quedó grabado, y discutían qué quería decir aquello de «resucitar de entre los muertos».

Reflexión: La experiencia de la transfiguración guarda una estrecha similitud con la resurrección del Señor. Esta epifanía de Dios revela por anticipado la gloria de Cristo justo antes de la pasión; y ratifica, como en el Bautismo, que Él es su Hijo amado a quien debemos escuchar. Los discípulos no entendían nada, tenían miedo, pero deseaban permanecer allí, contemplar por más tiempo lo que veían sus ojos y meditar las palabras venidas del cielo. Pero el momento de emprender el camino a Jerusalén estaba próximo y debían bajar del monte, lugar de la presencia de Dios, para seguir el camino cotidiano, donde el Señor también está presente.

Oración: Señor Jesús, ensénanos que, como discípulos tuyos, te vamos conociendo en el camino, no requerimos entenderlo todo desde el inicio.

Miércoles 07 agosto
San Cayetano, presbítero
Jr 31, 1-7; Sal: Jr 31, 10-13; Mt 15, 21-28

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús se fue de allí y se retiró a la región de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, procedente de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija es atormentada por un demonio». Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando». Él les contestó: «Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel». Ella los alcanzó, se postró ante Él, y le pidió: «Señor, ayúdame». Él les contestó: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos». Pero ella replicó: «Tienes razón, Señor; pero también los perros comen las migajas que caen de la mesa de los amos». Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas». Y en aquel momento quedó curada su hija.

Reflexión: Hoy el evangelio nos confronta con los prejuicios étnicos, a los que somos muy proclives, como lo eran los judíos de hace dos mil años. Entre ellos, se había arraigado un fuerte rechazo a los extranjeros. Muestra de ello era que los llamaban perros: «Quien come con un idólatra es como quien come con un perro» (se lee en la Mishná, una colección de tradiciones orales judías). El cristianismo derriba los muros de separación y prohíbe, como ofensa grave a Dios, toda forma de prejuicio y segregación de la índole que sea. Además, conviene recordar que Abraham era un pagano que por la fe se hizo heredero de la promesa y padre del pueblo de Israel. Pablo dirá que quienes viven por la fe «reciben la bendición junto con Abraham, el creyente» (Ga 3, 7.9). Este es el caso de la mujer cananea y de la mayoría de nosotros.

Oración: Señor, que el encuentro cotidiano contigo y con tu Palabra aliente nuestra fe en ti.

 
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