MEDITACIÓN DIARIA
DEL EVANGELIO - SEPTIEMBRE 2024 -Por Padre Raúl Enrique Castro Chambi, sj-
Intención del papa Francisco para el mes de septiembre: Oremos para que cada uno de nosotros escuche con el corazón el clamor de la Tierra y, de las víctimas de las catástrofes ambientales y de la crisis climática, comprometiéndonos personalmente a cuidar el mundo que habitamos.
Domingo 01 de septiembre
XXII del Tiempo Ordinario
Dt 4, 1-2.6-8; Sal 14, 2-5; St 1, 17-18.21b-22.27;
Mc 7, 1-8.14-15.21-23
Evangelio: En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos meticulosamente, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas. Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?». Él les contestó: «Bien profetizó Isaías de ustedes, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios para aferrarse a la tradición de los hombres». Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchen todos y entiendan: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro».
Reflexión: A veces tendemos a reducir la religión a expresiones externas: ritos, rezos, normas o, como era entre los judíos, un cúmulo de leyes de pureza. Eso lleva a que toda la atención se centre en banalidades externas y se pierda de vista lo más importante, la pureza del corazón, la rectitud de las intenciones «porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos». Por eso, contrariamente a lo que enseñaban los fariseos, Jesús pide que estemos atentos a nuestro corazón, el lugar de nuestra interioridad en que, según la tradición hebrea, se gestaban las intenciones que luego se traducen en acciones. La vida de fe debe llevarnos a eso, a abrigar buenos deseos y a traducirlos en actos de amor hacia el prójimo.
Oración: Señor, purifica nuestros corazones para que cuanto deseemos y hagamos procure el bien de nuestro prójimo y el nuestro.
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Lunes 02 de septiembre
San Elpidio, abad
1 Co 2, 1-5; Sal 118, 97-102; Lc 4, 16-30
Evangelio: En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y desenrollándolo encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, y para proclamar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el rollo, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en Él. Y Él se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: «¿No es este el hijo de José?». Y Jesús les dijo: «Sin duda me recitarán aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”. Haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún». Y añadió: «Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Les garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando no hubo lluvia del cielo tres años y seis meses, y el hambre azotó a todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio». Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo sacaron fuera del pueblo y lo llevaron a un precipicio del monte sobre el que estaba edificada la ciudad con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Reflexión: Esta escena de san Lucas traza el rumbo y el sentido de la misión de Jesús. Él acude a la sinagoga de su pueblo un día sábado movido por el Espíritu Santo. Cómo era común en ese tiempo, lo invitan a leer un pasaje de la Sagrada Escritura que solía escogerse al azar. Toma el rollo de la profecía de Isaías y lee: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido…». Pero la principal novedad viene enseguida, ya que Jesús hace suyas las palabras del profeta y se presenta ante sus paisanos como el cumplimiento de esa promesa. Él asume la misión de hacer presente la Buena Noticia a los pobres, anunciar la libertad a los presos, dar la vista a los ciegos, poner en libertad a los oprimidos y anunciar el año de gracia del Señor. En adelante, guiado por el Espíritu, llevará esta misión hasta sus últimas consecuencias: la entrega de su vida en la cruz.
Oración: Señor Jesús, danos la gracia de que, guiados por la fuerza y sabiduría de tu Espíritu, sepamos mantenernos fieles a tu Evangelio.
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Martes 03 de septiembre
San Gregorio Magno, Papa y doctor
1 Co 2, 10b-16; Sal 144, 8-14; Lc 4, 31-37
Evangelio: En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Ellos se quedaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio impuro, y se puso a gritar con fuerza: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: el Santo de Dios». Jesús lo increpó: «¡Cállate y sal de este hombre!». El demonio salió de él, arrojándolo al suelo sin hacerle ningún daño. Todos quedaron asombrados y comentaban entre sí: «¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus impuros, y salen». Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.
Reflexión: Después de lo ocurrido en Nazaret, Jesús se establece en Cafarnaún. Allí, de nuevo en sábado vemos que empieza a hacer realidad la profecía de Isaías: libera a una persona oprimida por el mal. Su presencia y su palabra delatan al mal, lo desenmascaran, tiran por tierra la apariencia de bien con que, a veces, suele disfrazarse. Al sentirse descubierto, el mal se defiende: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos?». Esa es la reacción de los espíritus inmundos ante la presencia del bien, ante un gesto de amor y misericordia. Entonces Jesús expulsa al mal de aquel hombre sin dejar que le siga causando más daño. Así ocurre cuando le abrimos nuestra vida para que nos libre de las fuerzas del mal que nos acechan.
Oración: Señor Jesús, enséñanos a sentir la cercanía del Padre que nos da el coraje para enfrentar al mal en el día a día.
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Miércoles 04 de septiembre
Santa Rosalía de Palermo, virgen
1 Co 3, 1-9; Sal 32, 12-15.20-21; Lc 4, 38 -44
Evangelio: En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, la fiebre desapareció; ella levantándose en seguida, se puso a serviles. Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos con diversas dolencias se lo llevaban; y Él poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: «¡Tú eres el Hijo de Dios!». Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que Él era el Mesías. Y al amanecer, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; y llegando donde estaba intentaban retenerlo para que no se separara de ellos. Pero Él les dijo: «Es necesario que proclame el Reino de Dios también en los otros pueblos, para esto he sido enviado». Y predicaba en las sinagogas de Judea.
Reflexión: El evangelio de hoy nos muestra de nuevo que la fuerza de Dios está por encima del mal. Lucas nos presenta la curación de la suegra de Pedro como otra victoria de Jesús sobre el espíritu del mal. Por eso, la presenta como un exorcismo: «Jesús inclinándose sobre ella ordenó a la fiebre que saliera y se le quitó». La reacción de ella no es quedarse en cama, sino ponerse a servirlos. Es decir, su liberación fue integral, de su cuerpo y de su espíritu. Jesús libera a las personas para que actúen como Él: «Yo no he venido para ser servido, sino para servir» (Mc 10, 45). Por eso, el signo de la curación plena es que nos pongamos a servir.
Oración: Padre bueno, ayúdanos a estar al servicio de los demás y a ser agradecidos por las muchas veces que tú nos curas y liberas.
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Jueves 05 de septiembre
Santa Teresa de Calcuta, religiosa
1 Co 3, 18-23, Sal 23, 1-6; Lc 5, 1-11
Evangelio: En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios, y Él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de la orilla. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echen las redes para pescar». Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado toda la noche trabajando y no hemos sacado nada; pero, si tú lo dices, echaré las redes». Y puestos a la obra, pescaron gran cantidad de peces que reventaban las redes. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador». Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la cantidad de peces que habían pescado; lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Ellos sacaron las barcas a tierra y dejándolo todo, lo siguieron.
Reflexión: Este pasaje de Lucas tiene un hondo sentido eclesial. La barca con Jesús y los apóstoles simboliza a la Iglesia. En ella es donde Jesús se manifiesta para ser llevado luego a los demás en obras de amor y compasión. Sin embargo, existen momentos en que Jesús parece estar ausente o dormido y la barca de la Iglesia se ve zarandeada por los vientos en contra y las olas. En momentos así, cunde la oscuridad de la noche y el miedo. Otras veces ocurre lo contrario, la certeza de la presencia del Señor produce pescas abundantes. Mas, como sucede con Pedro, nos sobreviene el temor de que no siempre será así y que eso exige demasiado compromiso. ¿Acaso tenemos fuerzas para tanto? Entonces se oye la voz de Jesús que nos dice: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Jesús no llama a perfectos, solo nos pide buena disposición.
Oración: Gracias, Señor, porque, aunque somos pequeños y pecadores, nos has llamado para ser discípulos tuyos y anunciadores de tu Evangelio.
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Viernes 06 de septiembre
San Eleuterio
1 Co 4, 1-5; Sal 36, 3-6.27-28.39-40; Lc 5, 33-39
Evangelio: En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas: «Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los discípulos de los fariseos también; en cambio, los tuyos, comen y beben». Jesús les contestó: «¿Quieren que los amigos del novio ayunen mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lleven al novio, y entonces ayunarán». Y añadió esta parábola: «Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. Si lo hace así, malogra el vestido nuevo; además el pedazo nuevo no quedará bien con el vestido viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo reventará los odres y se derramará, y los odres se estropearán. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie, después de haber gustado el vino añejo, quiere vino nuevo, pues dirá: “El añejo es mejor”».
Reflexión: La novedad del Reino de Dios requiere, asimismo, de una actitud totalmente nueva. Es absurdo intentar acomodar a Jesús y su Evangelio al tejido de la antigua ley y tradiciones religiosas. La respuesta nueva exige ruptura y liberación del pasado. No basta con cambiar en lo exterior, sin llegar a lo profundo de las actitudes y motivaciones. Esto es lo que necesitamos transformar por medio de una conversión sincera. Frente a la novedad de la Buena Noticia de Jesús caen por tierra las seguridades del pasado. La fe, que se traduce en amor, proyecta a la persona hacia el futuro como una criatura nueva.
Oración: Señor, concédenos apertura de espíritu para que sepamos ver la novedad de tu Evangelio en la cotidianeidad de cada día.
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Sábado 07 de septiembre
Santa Regina, mártir
1 Co 4, 6b-15; Sal 144, 17-21; Lc 6, 1-5
Evangelio: Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y frotándolas con las manos, se comían el grano. Unos fariseos dijeron: «¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?». Jesús les contestó: «¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Como entró en la casa de Dios, tomó los panes a la ofrenda, que solo pueden comer los sacerdotes, comió él y les dio a sus compañeros». Y añadió: «El Hijo del Hombre es señor del sábado».
Reflexión: Los discípulos de Jesús atraviesan un campo de trigo, arrancan espigas, las restriegan entre las manos y se comen los granos. Esa actividad, según las minucias a que se había llegado en la interpretación de la ley de Moisés, era trabajo y este estaba prohibido en sábado. Para Jesús, en cambio, la prioridad es otra. Por encima de la norma, está la vida; satisfacer el hambre es más urgente e importante que acatar una prescripción. Por tanto, el sábado (y la religión) debe estar al servicio del ser humano, no al revés. Su llegada ha inaugurado el tiempo nuevo de la misericordia y la gracia, el sábado eterno de la comunión entre Dios y la humanidad.
Oración: Señor, danos espíritu de discernimiento para que cuanto hagamos y enseñemos sea para el bien de la humanidad, no para oprimirla.
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Domingo 08 de septiembre
XXIII del Tiempo Ordinario
Is 35, 4-7a; Sal 145, 7-10; St 2, 1-5; Mc 7, 31-37 - Salterio III
Evangelio: En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, y fue hacia el mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», que quiere decir: «Ábrete». Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la atadura de su lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Reflexión: La figura del sordomudo representa a los miembros de la comunidad eclesial que provienen de una cultura o de un nivel socio-económico diferente al de la mayoría. En este caso se trata de un extranjero menospreciado por los judíos. La comunidad a la que Marcos dirige su Evangelio, como las nuestras hoy en día, tenía dificultades para asimilar la práctica y el mensaje de Jesús sobre el amor solidario que lleva a acoger a todos sin prejuicios ni actitudes excluyentes de la índole que sean. El ejemplo de Jesús mueve a construir la unidad en la diversidad, fomentando los vínculos que brotan de la fe compartida.
Oración: Señor, ayúdanos a superar nuestros prejuicios para que nunca excluyamos a nadie en tu Iglesia.
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Lunes 09 de septiembre
1 Co 5, 1-8; Sal 5, 5-7.12; Lc 6, 6-11
EVANGELIO: Un sábado, entró Jesús en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado y encontrar de qué acusarlo. Pero Él, conociendo sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y ponte ahí en medio». Él se levantó y se quedó en pie. Jesús les dijo: «Les voy hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o destruirlo?». Y, dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre: «Extiende la mano». Él lo hizo, y su mano quedó restablecida. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer contra Jesús.
REFLEXIÓN: Los escribas y fariseos andaban al acecho de Jesús para sorprenderlo en alguna transgresión de la ley. No pueden compartir la alegría de aquellos que son curados y liberados del dominio del mal. Jesús conoce sus intenciones, pero no se amilana. «Levántate y ponte en medio», le dice al hombre. No tiene por qué ocultarse, su sanación debe servir para todos como testimonio de que el sábado (la ley y la religión) es para el ser humano, no un instrumento para oprimirlo como hacen los fariseos. Y entonces ocurre el milagro, el hombre queda curado o, mejor dicho, liberado del legalismo que le impedía actuar con libertad; eso es lo que simboliza la mano atrofiada.
ORACIÓN: Señor, danos tu luz para comprender cada vez mejor tu Evangelio y que siempre lo testimoniemos como una Buena Noticia que libera.
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Martes 10 de septeimbre
1 Co 6, 1-11; Sal 149, 1-6.9; Lc 6, 12-19
EVANGELIO: En aquel tiempo, Jesús subió a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Zelote, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus impuros quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de Él una fuerza que los curaba a todos.
REFLEXIÓN: ¿Quiénes son los Doce a los que llama Jesús? Son simples pescadores y artesanos de Galilea. Lo que los une es su experiencia y el llamado personal de Cristo. No hay entre ellos sabios rabinos ni fariseos ni saduceos. Ni siquiera son personas honorables o virtuosos cumplidores de la ley. Jesús tendrá que trabajar mucho para inculcarles su mensaje de amor y renuncia a sus ambiciones de privilegios y poder. Con todo, serán testigos privilegiados de sus enseñanzas y sus obras en favor de los sufrientes y sencillos. Ellos presenciarán su fidelidad al proyecto del Padre hasta el final, hasta su muerte de cruz. De esa forma, su Palabra fue calando profundamente en su interior, hasta el punto de que, luego de la muerte del Maestro, serán sus testigos en el mundo entero, y la mayoría también entregará su vida por fidelidad a la Buena Noticia.
ORACIÓN: Dios nuestro, danos la gracia de escuchar tu llamado para que te sigamos allí donde sea mejor para tu mayor gloria.
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Miércoles 11 de septiembre
1 Co 7, 25-31; Sal 44, 11-12.14-17; Lc 6, 20-26
EVANGELIO: En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: «Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tienen hambre, porque quedarán saciados. Bienaventurados los que ahora lloran, porque reirán. Bienaventurados ustedes, cuando los hombres los odien, y los excluyan, y los insulten, y desprecien su nombre como infame, por causa del Hijo del Hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían sus padres con los profetas. Pero, ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están saciados, porque tendrán hambre! ¡Ay de los que ahora ríen, porque harán duelo y llorarán! ¡Ay si todo el mundo habla bien de ustedes! Eso es lo que hacían sus padres con los falsos profetas».
REFLEXIÓN: Nuestra vida cristiana no puede caer en un ensimismamiento, no puede reducirse solo a nuestros sentimientos internos, mientras hacia afuera solo velemos por nuestros intereses. Nuestra vida de fe nos exige oír el llanto de quienes sufren, saciar el hambre de quienes pasan necesidad, ser solidarios con los pobres. Nos exige afrontar con esperanza las adversidades que nos sobrevengan a causa del Evangelio. A veces, el mayor reto es vencer la indiferencia, tener ojos abiertos. En tanto cristianos, ¿cómo encaramos los problemas sociales de nuestra época? ¿Qué podemos hacer para cambiar la suerte de los que más sufren?
ORACIÓN: Señor, danos la gracia de tener una mirada limpia de la realidad para saber descubrir tus caminos y ayudar a los desamparados.
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Jueves 12
2 Co 8, 1b-7.11-13; Sal 138, 1-3.13-14.23-24; Lc 6, 27-38
Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «A los que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, oren por los que los injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Traten a los demás como quieren que los traten a ustedes. Pues, si aman solo a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacen el bien solo a los que les hacen el bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores lo hacen. Y si prestan solo cuando esperan cobrar, ¿qué merito tienen? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. Más bien, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada; será grande su recompensa y serán hijos del altísimo, que es bueno con los ingratos y malvados. Sean compasivos como es compasivo su Padre; no juzguen, y no serán juzgados; no condenen, y no serán condenados; perdonen, y serán perdonados; den, y se les dará: recibirán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes».
Reflexión: Jesús no hizo otra cosa que mostrarnos el rostro de un Dios que «hace salir el sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos», porque ama a todos sin distinción de personas (Mt 5, 45). Él nos hizo ver que no solo llevamos una inclinación al mal, sino que, aunque pequemos muchas veces, el Padre del cielo siempre nos perdona y nos restaura, nos redime. Nos enseñó que Dios es amor para que procuremos actuar como Él: «Sean compasivos como su Padre es compasivo». La esencia del amor divino es, precisamente, la compasión y la misericordia.
Oración: Señor, danos un corazón compasivo y misericordioso como el tuyo.
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Viernes 13 de septiembre
1 Co 9, 16-19.22b-27; Sal 83, 3-6.12; Lc 6, 39-42
EVANGELIO: En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos una parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el pozo? Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la paja que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la paja del ojo”, ¿sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano».
REFLEXIÓN: Los cristianos tenemos un solo maestro: Jesús de Nazaret. Él es la luz, nosotros solo la reflejamos. Eso es lo que Lucas quiere dejar claro a su comunidad, pues había personas que se presentaban como portadores de nuevas revelaciones o como intérpretes privilegiados del Evangelio. Es decir, pretendían erigirse como nuevos maestros. Por eso, Lucas advierte: ¡cuidado!, uno solo es su Maestro, no vaya a ser que un ciego termine guiando a otro ciego. Otra forma de traicionar el Evangelio consiste en reconocer sus valores, pero, en vez de aplicarlos a nosotros mismos, los usamos para juzgar y condenar la conducta de otros. De esa forma, la moral, en vez de salvar, causa daño, porque nos impide convertirnos. Más vale tener la mirada limpia para ver al prójimo siempre desde la compasión.
ORACIÓN: Señor Jesús, solo tú nos has mostrado el camino de la vida, por eso, danos un corazón compasivo como el tuyo.
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Sábado 14 de septiembre
Exaltación de la Santa Cruz
Nm 21, 4b-9; o bien Flp 2, 6-11; Sal 77, 1-2.34-38; Jn 3, 13-17
EVANGELIO: En aquel tiempo, dijo Jesús, a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él».
REFLEXIÓN: Dios no condena al mundo, al contrario, en Jesús nos ha mostrado cuanto está dispuesto a hacer por él: «Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único». El fin de esa entrega es que tengamos la plenitud de la vida, ya que de Dios venimos, en Él estamos y a Él vamos. Está en nuestras manos corresponder a su amor. Por otro lado, recordemos que, en san Juan, la cruz de Jesús no es entendida como un fracaso, sino como un triunfo, una exaltación. Elevado en la cruz, ahora Jesús, nos transmite su fuerza salvífica, sanadora como sucedió con la serpiente de bronce. Por tanto, no estamos solos ante las desgracias de la vida. Siempre podemos ver (creer) en Jesús, que nos trae la salvación y la vida.
ORACIÓN: Señor, danos la gracia de ayudar a las personas a darle sentido a sus vidas para que nadie se quede en el camino.
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DOMINGO 15 DE SEPTIEMBRE
XXIV del Tiempo Ordinario
Is 50, 5-9a; Sal 114, 1-6.8-9; St 2, 14-18; Mc 8, 27-35 - Salterio IV
EVANGELIO: En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a los pueblos de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas». Él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy?». Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías». Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días». Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!». Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará».
REFLEXIÓN: Personalicemos la lectura de este pasaje fundamental del Evangelio. Escuchemos a Jesús que nos dice: «¿Quién soy yo para ti?». No solo qué sabes de mí, ni qué haces por mí, sino quién soy yo para ti. Esto es fundamental porque seguir a Cristo no consiste en asimilar una ideología ni simplemente saber una doctrina u observar cierta moral. Seguir a Jesús es entablar una relación personal. Por medio de la fe, nos relacionamos con alguien que sale a nuestro encuentro, se descubre que, con Jesús, el amor salvador de Dios ha comenzado ya a triunfar sobre la injusticia y la maldad del mundo; y que, para que este amor se expanda en el mundo entero, Él cuenta con nuestra colaboración.
ORACIÓN: Señor Jesús, conduce nuestros pasos para que nos encontremos contigo y ya nunca nos apartemos de ti.
PARA ESCUCHAR EN AUDIO LA REFLEXIÓN DEL EVANGELIO 15 SEP, HAGA CLIC AQUÍ:
Lunes 16 de septiembre
1 Co 11, 17-26.33; Sal 39, 7-10.17; Lc 7, 1-10
EVANGELIO: En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaún. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió a unos ancianos judíos para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido una sinagoga». Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me he atrevido a venir personalmente. Pero basta una palabra tuya y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “ve”, y va; al otro: “ven”, y viene; y a mi criado: “haz esto”, y lo hace». Al oír esto, Jesús se admiró de él y volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Les digo que ni en Israel he encontrado tanta fe». Y al volver a casa, los enviados encontraron al criado sano.
REFLEXIÓN: La comunidad cristiana conservó este relato y vio en el oficial romano un modelo y camino de fe a seguir para creer verdaderamente en Jesús, y hacer efectivo el poder de su Palabra en la vida. El centurión confió en que Jesús podía curar a su criado, reconoció que Él era el enviado de Dios y que obraba con su autoridad. Él, jefe de un batallón, se situó ante Jesús con total humildad y muestra una confianza (fe) tan grande en Él, incluso superior a lo que esperaba obtener. Podemos afirmar, entonces, que el verdadero milagro, más que la sanación, es que un pagano demuestre tanta fe en Jesús.
ORACIÓN: Señor Jesús, aumenta nuestra fe para que nunca nos venzan el pesimismo y la desesperanza.
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Martes 17 de septiembre
1 Co 12, 12-14.27-31a; Sal 99, 2-5; Lc 7, 11-17
EVANGELIO: En aquel tiempo, Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naín, e iban con Él sus discípulos y mucha gente. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre que era viuda; y mucha gente del pueblo la acompañaba. Al verla, el Señor tuvo compasión de ella y le dijo: «No llores». Y acercándose al ataúd, lo tocó. Los que lo llevaban se detuvieron. Y Jesús dijo: «¡Joven, a ti te digo, levántate!». El muerto se incorporó y empezó a hablar; y Jesús se lo entregó a su madre. Y todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo». Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la región vecina.
REFLEXIÓN: En Israel, una mujer viuda a la que se le moría su único hijo quedaba en total desamparo. Por eso, en este relato vemos la gran humanidad de Jesús. Él capta el enorme dolor de la mujer, siente compasión de ella, se le mueven las entrañas. Entonces primero se acerca a ella y la consuela: «No llores». Luego, Él, que es vida, sólo puede regalar el don de la vida y, levanta al muchacho de su lecho de muerte. Ahora, erguido, puede caminar, puede seguir adelante y afrontar la vida sin dejarse paralizar por el miedo. Desde ese momento, su madre tiene a alguien incluso más revitalizado que antes. Es claro entonces que, en Jesús, Dios ha visitado a su pueblo.
ORACIÓN: Señor, infúndenos tu nueva vida, para que llenos de tu Espíritu seamos siempre portadores de alegría.
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Miércoles 18 de septiembre
1 Co 12, 31—13, 13; Sal 32, 2-5.12.22; Lc 7, 31-35
EVANGELIO: En aquel tiempo, Jesús dijo: «¿A quién, pues, se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños sentados en la plaza, que gritan a otros: “Hemos tocado la flauta y no han bailado, cantamos lamentaciones y no han llorado”. Porque vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijeron: Tiene un demonio; viene el Hijo del Hombre, que come y bebe y dicen: “Ahí tienen a un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores”. Pero la sabiduría ha sido reconocida por todos sus hijos».
REFLEXIÓN: En este pasaje, Jesús nos cuestiona sobre la actitud con que escuchamos su Palabra. No siempre prestamos oído a lo que debemos oír, ni decimos lo que debemos decir. No prestamos atención, a veces, a lo que cuestiona nuestras ideas o choca con nuestros intereses. Nos volvemos sordos a lo que nos exige cambios o nos resta comodidades. En consecuencia, también somos mudos para comunicar los valores y las verdades en que creemos, los valores del Evangelio. Dejemos entonces que el Señor nos sane para que nuestra vida guarde armonía con su Palabra.
ORACIÓN: Señor, ayúdanos a sintonizar con tu mensaje para que haya coherencia entre tu Evangelio y nuestra vida.
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Jueves 19 de septiembre
1 Co 15, 1-11; Sal 117, 1-2.16-17.28; Lc 7, 36-50
EVANGELIO: En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino trayendo un frasco de alabastro, lleno de perfume, y colocándose detrás junto a sus pies, comenzó a llorar y con sus lágrimas le mojaba los pies, se los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si este fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora». Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». Él respondió: «Dímelo, Maestro». Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?». Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más». Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente». Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo, ella en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque ha amado mucho; pero al que poco se le perdona, ama poco». Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados». Los demás invitados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es este, que hasta perdona pecados?». Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz».
REFLEXIÓN: Toda religión y ética buscan que las personas sean mejores y pequen menos. El cristianismo va mucho más allá: no busca solo eso, sino que amen más. Dado que reconozco que Dios me ha amado primero, no puedo hacer otra cosa que vivir desde el amor y la gratitud porque reconocemos que la vida es un regalo de amor, no una deuda a pagar. El pecado es la carencia de amor agradecido. El pecador no ama, lo que hace es procurar ganarse méritos, pagar y comprar con buenas acciones. De esa forma, la religión se convierte en un continuo pagar y comprar. El perdón, no obstante, procede del amor. Dios nos ha perdonado primero por puro amor. Nuestro amor es la respuesta a esa gracia. Por eso, esta mujer ama más que el fariseo, porque ella sí se ha sentido amada y ha reconocido el amor.
ORACIÓN: Señor Jesús, enséñanos a vivir desde el amor y la gratuidad como tú nos has enseñado.
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Viernes 20 de septiembre
1 Co 15, 12-20; Sal 16, 1.6-8.15; Lc 8, 1-3
EVANGELIO: En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del Reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que Él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
REFLEXIÓN: En tiempos de Jesús, los rabinos solo aceptaban a varones como discípulos, pero Jesús también admitió mujeres. Ellas, por entonces, prácticamente carecían de derechos y estaban al nivel de los niños. Lucas señala que las que lo seguían habían experimentado la fuerza sanadora y liberadora de Jesús. Por eso, manifestaban el amor que brota como respuesta a quien las amó primero. Eran, pues, auténticas discípulas, modelos del seguimiento de Jesús. Ellas se mantendrán firmes junto a Él en la pasión, mientras los discípulos lo abandonarán. Ellas darán sepelio al cuerpo del Señor y serán las primeras testigos de la resurrección. Después las veremos en compañía de María y de los apóstoles en la espera orante de Pentecostés.
ORACIÓN: Señor, ayúdanos a que los cristianos sigamos trabajando activamente por la igualdad de derechos entre varones y mujeres.
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Sábado 21 de septiembre
Ef 4, 1-7.11-13; Sal 18, 2-5; Mt 9, 9-13
EVANGELIO: En aquel tiempo vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Y, estando Jesús a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron a comer con Él y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que su maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Vayan, aprendan lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios”: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».
REFLEXIÓN: ¿Quién era Mateo? El Evangelio nos dice que era un publicano, un oficio de mala reputación pero rentable, que consistía en cobrar los impuestos que los romanos exigían a los pueblos dominados. Los funcionarios del Estado encargados de esa función solían delegarla al mejor postor (los publicanos) a cambio de un porcentaje. Estos, para ganar más, alteraban las tarifas oficiales, prestaban dinero a quienes no podían pagar para cobrar luego con altos intereses. Por eso, pero sobre todo porque colaboraban con los romanos, eran tenidos como traidores y ladrones; no poseían derechos civiles entre los judíos y la gente los evitaba. Aun así, Jesús llama a un publicano, comparte su mesa y lo hace su apóstol.
ORACIÓN: Señor Jesús, que tu mirada misericordiosa ablande nuestros corazones y nos impulse a emprender el camino de la conversión.
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DOMINGO 22 DE SEPTIEMBRE
XXV del Tiempo Ordinario
Sb 2, 12.17-20; Sal 53, 3-6.8; St 3, 16—4, 3; Mc 9, 30-37 lo
EVANGELIO: En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará». Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutían por el camino?». Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que recibe a un niño como este en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino al que me ha enviado».
REFLEXIÓN: Jesús dedica tiempo también para educar a sus discípulos. Deben estar listos para lo que vendrá, por eso les anuncia su próxima crucifixión en Jerusalén. Ellos, sin embargo, están en otra, andan disputándose quién es el más importante. Pero Jesús, al darse cuenta, no se altera, aprovecha la ocasión para hablarles de la importancia de la humildad. Lo mejor a lo que pueden aspirar es el servicio hacia los demás. Con el tiempo, los discípulos comprenderán que la única forma de ganar la vida es perdiéndola por los otros, es decir, sirviéndolos con total gratuidad.
ORACIÓN: Señor Jesús, ayúdanos a que hagamos del servicio hacia los débiles y sencillos el sello distintivo de nuestro ORACIÓN: discipulado.
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Lunes 23 de septiembre
Pr 3, 27-34; Sal 14, 2-5; Lc 8, 16-18
EVANGELIO: En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Nadie enciende una lámpara y la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama; sino que la pone en el candelero para que los que entren vean la luz. Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. A ver si me escuchan bien: al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener».
REFLEXIÓN: Leyendo este pasaje de Lucas, a la luz de la parábola del sembrador, comprendemos que lo oculto y lo secreto siguen su curso y llegará el momento en que sus frutos salgan a la luz. Lucas indica que la Palabra del Señor es esa luz que nos muestra los caminos que Dios nos traza para que nuestra vida sea fructífera. Para ello requerimos paciencia y ojos abiertos que nos permitan distinguir lo aparente de lo real, lo permanente de lo pasajero. La muerte de Jesús, por ejemplo, fue vista, inicialmente, como un fracaso; pero, luego, la resurrección lo iluminó todo, sacó a la luz la fuerza salvadora de ese «fracaso». Por lo tanto, no tenemos por qué desesperarnos a la primera, sino mantenernos perseverantes.
ORACIÓN: Señor Jesús, alumbra nuestras oscuridades con la luz de tu Evangelio y haznos ver los caminos que debemos seguir hoy como Iglesia.
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Martes 24 de septiembre
Pr 21, 1-6.10-13; Sal 118, 1.27.30.34-35.44; Lc 8, 19-21
EVANGELIO: En aquel tiempo, la madre y los hermanos de Jesús fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud. Entonces le avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte». Él les contestó: «Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica».
REFLEXIÓN: Ser parte de la familia de Jesús implica escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica, asumirla como la luz y guía de nuestra vida. Eso es lo que brinda bases sólidas a la vida cristiana. El hecho de sentirnos familia quita importancia a cualquier diferencia entre nosotros; lo que cuenta es nuestra fe común en Dios y la obediencia a su voluntad. A primera vista, la respuesta de Jesús pareciera un desprecio hacia su familia, particularmente a su madre. Sin embargo, recordemos que, desde el inicio de su Evangelio, Lucas presenta a María como la modelo de oyente de la Palabra. Además de la sangre, es esto lo que la hace parte de la familia de Jesús y modelo de discipulado para todos nosotros.
ORACIÓN: Padre de bondad, danos la gracia de que seamos siempre discípulos atentos a tu Palabra y que ella guíe nuestras vidas.
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Miércoles 25 de septiembre
Pr 30, 5-9; Sal 118, 29.72.89.101.104.163; Lc 9, 1-6
EVANGELIO: En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: «No lleven nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco lleven dos túnicas. Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de aquel sitio. Y si no los reciben, al salir de aquel pueblo sacudan el polvo de los pies, como testimonio contra ellos». Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando el Evangelio y curando enfermos, por todas partes.
REFLEXIÓN: En la misión, los seguidores de Jesús deben estar preparados para todo, para aceptar la hospitalidad, pero también el rechazo. Jesús respeta la libertad. Habrá quienes no acepten el Evangelio. Contra ellos, indica a los discípulos que sacudan «el polvo de los pies» a la salida del pueblo, un gesto profético que expresaba un corte tajante con esa ciudad y, a la vez, un testimonio de su rechazo de la Buena Noticia. No obstante, siempre cabe esperar el tiempo propicio que Dios dispondrá para que se conviertan, pues como dice Pedro: «No es que el Señor se retrase en cumplir su promesa [de retornar] como algunos creen, sino que simplemente tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan» (2 P 3, 9).
ORACIÓN: Señor Jesús, ablanda nuestros corazones para que siempre seamos receptivos a tu Evangelio.
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Jueves 26 de septiembre
Qo 1, 2-11; Sal 89, 3-6; 12-14.17; Lc 9, 7-9
EVANGELIO: En aquel tiempo, el rey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?». Y tenía ganas de ver a Jesús.
REFLEXIÓN: Jesús nos invita a todos a que lo conozcamos y sigamos, pero eso exige tener intenciones rectas. En el caso de Herodes, por más que escuche lo que se dice de Jesús e intente verlo, lo único que hará, finalmente, es procurar matarlo. Quien obra mal siente como una amenaza las palabras de aquel que lo corrige. Por eso, solo buscará acallarlo, acabar con él pensando que así se quedará tranquilo. Existe, entonces, un camino que impide conocer, entablar una relación con el Señor: escuchar y ver, pero sin reconocer el misterio ni acoger el llamado a la conversión.
ORACIÓN: Señor Jesús, suscita en nosotros deseos sinceros de conocerte, escucharte y seguirte.
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Viernes 27 de septiembre
Qo 3, 1-11; Sal 143, 1-4; Lc 9, 18-22
EVANGELIO: Una vez que Jesús estaba orando solo, en compañía de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos contestaron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas». Y Él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías de Dios». Él les ordenó que no se lo dijeran a nadie. Y añadió: «El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».
REFLEXIÓN:¿Qué significa para mí seguir a Jesús? ¿Una ideología, una doctrina, una moral? ¿O es, realmente, una relación personal con alguien a quien amo y es mi fuente de amor hacia los demás? Jesús plantea esta pregunta a sus discípulos, a los de ayer y los de hoy. Todos necesitamos responderla de manera personal. El riesgo, sin embargo, es hacernos un «Jesús» a la medida de nuestras ambiciones. Por eso, Él aclara a sus discípulos el destino que le espera en Jerusalén. Nada de grandezas ni triunfalismos, su final será una muerte de cruz, la expresión máxima de su fidelidad al proyecto del Padre y de su amor por nosotros. Así demostrará que no hay mayor amor que dar la vida por los amigos (cf. Jn 15, 13).
ORACIÓN: Señor, que nada de ti nos escandalice ni desanime, pues tu cruz, tu entrega es nuestra fuente de salvación y modelo de vida.
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Sábado 28 de septiembre
Qo 11, 9—12, 8; Sal 89, 3-6.12-14.17; Lc 9, 43b-45
EVANGELIO: En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: «Oigan bien esto y no lo olviden: al Hijo del Hombre lo van a entregar en manos de los hombres». Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no podían comprenderlo. Y les daba miedo preguntarle acerca de esto.
REFLEXIÓN: Cuando todo parece que lleva al éxito, Jesús de nuevo desconcierta a sus discípulos con un mensaje que ellos no quieren escuchar. A veces, es más cómodo vivir de ilusiones que afrontar la verdad. ¿Cómo puede ser que con tanta aceptación y entusiasmo que suscita en la gente, Jesús vaya a terminar siendo crucificado? No comprenden y el miedo los paraliza, prefieren no saber; pues eso supondría dejar sin piso a sus ambiciones, algo que no pueden resistir. Solo después de la resurrección al fin comprenderán lo que Jesús quería decirles.
ORACIÓN: Señor Jesús, infúndenos tu fortaleza para que el temor a las cruces de la vida no nos paralice ni nos impida seguirte.
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DOMINGO 29 DE SEPTIEMBRE
XXVI del Tiempo Ordinario
Nm 11, 25-29; Sal 18, 8.10.12-14; St 5, 1-6; Mc 9, 38-43.45.47-48
Salterio II
EVANGELIO: En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros». Jesús respondió: «No se lo impidan, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a nuestro favor. Todo aquel que les dé a beber un vaso de agua, por ser ustedes de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela; más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer, córtatelo; más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno. Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo; más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga».
REFLEXIÓN: Jesús nos exhorta a examinar la raíz de lo que nos lleva al pecado. Sus expresiones «Si tu mano, tu pie o tu ojo son ocasión de escándalo, córtatelo», no significan, obviamente, que sugiera la mutilación. Son imágenes hiperbólicas, gráficas que buscan movernos a optar con decisión por los valores del Evangelio. Esto exige, seguro, modificar nuestra conducta y el uso que damos a cosas que pueden ser muy apreciadas. Toda opción implica renunciar a otras posibilidades que no sean acordes con el bien mayor elegido. No podemos, pues, leer estas advertencias de Jesús en clave moralista y ascética. En el seguimiento de Jesús, toda renuncia va acompañada de la alegría.
ORACIÓN: Señor, aunque seguirte supone cargar con nuestra cruz de cada día, sabemos que siempre son mayores el gozo y sentido que das a nuestras vidas.
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Lunes 30 de septiembre
San Jerónimo, presbítero y doctor
Jb 1, 6-22; Sal 16, 1-3.6-7; Lc 9, 46-50
EVANGELIO: En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús conociendo los pensamientos de sus corazones, tomó de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. Porque el más pequeño de ustedes, es el más importante». Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir». Jesús le respondió: «No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes».
REFLEXIÓN: Jesús siempre habló a sus discípulos con honestidad, pero ellos se resistían a escucharlo cuando lo que les decía iba en contra de sus intereses. Mientras Él les habla de entrega y sacrificio, ellos seguían pensando en poder y primeros puestos y, ahora, los vemos discutiendo quién será el más importante del grupo en el Reino de Dios. Aún no han pasado de la manera de pensar de los hombres a la de Dios. Esta ceguera y falta de comprensión, como vemos en los Evangelios, se mantuvo hasta el final. Para ellos, seguir a Jesús era una carrera hacia el poder. Solo después de la resurrección se les abrirán los ojos y verán que los pequeños y los que se hacen como ellos son los primeros en el Reino de Dios.
ORACIÓN: Señor, queremos seguirte con fidelidad, pero purifica nuestras motivaciones y haznos ambicionar más el servicio que el poder.
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Martes 01 de octubre
Jb 3, 1-3.11-17.20-23; Sal 87, 2-8; Lc 9, 51-56
EVANGELIO: Cuando ya se acercaba el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de subir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de Él. De camino, entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos que caiga un rayo del cielo que acabe con ellos?». Él se volvió y les reprendió. Y se fueron a otro pueblo.
REFLEXIÓN: El misterio pascual de Jesús debe concretarse en la ciudad santa de Jerusalén. De camino, ocurre la escena que nos narra hoy Lucas, unos samaritanos se niegan a recibirlo en su pueblo. El trasfondo era una enemistad de siglos entre ellos y los judíos. Por ejemplo, los samaritanos afirmaban que el templo verdadero era el que ellos construyeron en el monte Garizín, mientras que los judíos sostenían que era el templo de Jerusalén. Jesús, de forma coherente con lo que enseñaba, se niega al espíritu de venganza y a azuzar los conflictos. Su camino es el del amor y la misericordia.
ORACIÓN: Señor, asístenos con tu gracia para que, como Iglesia, sepamos crear unidad más que divisiones.
Miércoles 02 de octubre
Ex 23, 20-23a; Sal 90, 1-6.10-11; Mt 18, 1-5.10
EVANGELIO: En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más importante en el Reino de los Cielos?». Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: «Les aseguro que, si no vuelven a ser como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el Reino de los Cielos. El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque les digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial».
REFLEXIÓN: En distintas ocasiones Jesús puso a los niños como modelo de discipulado. Hacerse como niños en la relación con Dios y con el prójimo supone reconocer las propias necesidades y limitaciones; y, asimismo, rechazar todo orgullo y autosuficiencia. Por eso, para Mateo, este es el centro de los valores cristianos que la Iglesia debe mostrar. Los cristianos tenemos delante un modelo altísimo: Jesús, que era manso y humilde de corazón, no violento ni altanero. Para procurar ser y proceder como Él necesitamos el camino de la sencillez, es decir, la apertura a su gracia. Solo asistidos por ella es posible la vida cristiana.
ORACIÓN: Padre de bondad, enséñanos a ser niños para que todo lo vivamos des nuestra plena confianza en ti.
Jueves 03 de octubre
Jb 19, 21-27; Sal 26, 7-9.13-14; Lc 10, 1-12
EVANGELIO: En aquel tiempo, el Señor designó otros setenta y dos, y los envió delante de Él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir Él. Y les decía: «La cosecha es abundante y los obreros pocos; rueguen, pues, al dueño del campo para que mande trabajadores para su cosecha. ¡Pónganse en camino! Miren que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos la paz; si no, volverá a ustedes. Quédense en la misma casa, coman y beban de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No anden cambiando de casa. Si entran en un pueblo y los reciben bien, coman lo que les pongan, curen a los enfermos que haya, y digan: “Está cerca de ustedes el Reino de Dios”. Cuando entren en un pueblo y no los reciban, salgan a la plaza y digan: “Hasta el polvo de esta ciudad, que se nos ha pegado a los pies, lo sacudimos sobre ustedes. De todos modos, sepan que está cerca el Reino de Dios”. Yo les digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad».
REFLEXIÓN: Las indicaciones misioneras que Jesús da a sus discípulos se sintetizan en dos actitudes fundamentales: vivir con sencillez y llevar la paz. A ejemplo del Señor y en solidaridad con los hermanos necesitados, el cristiano auténtico asume un estilo de vida sobrio y sencillo, porque tiene puesta su confianza no en el dinero, sino en Jesucristo. Solo así, la evangelización dará fruto porque es nuestra forma de vida la que hace creíble nuestra fe. El equipaje ligero (sin bolsa ni morral ni sandalias) nos da la libertad suficiente para mantenernos fieles en el discipulado y firmes en el anuncio del Evangelio.
ORACIÓN: Señor, tú nos has llamado para ser discípulos misioneros, infúndenos libertad para hacer presente tu Evangelio en el mundo actual.
Viernes 04 de octubre
Jb 38, 1.12-21; 40, 3-5; Sal 138, 1-3.7-10.13-14; Lc 10, 13-16
o bien Ga 6, 14-18; Sal 15, 1-2.5.7-8.11; Mt 11, 25-30.
EVANGELIO: En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a ustedes. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Caerás hasta el abismo. Quien a ustedes escucha, a mí me escucha; quien a ustedes rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado».
REFLEXIÓN: Cerrarse al Evangelio es rechazar a Dios que nos ha hablado por medio de su Hijo; consiste en privarnos de la vida eterna prometida a todo aquel que escuche su Palabra. Pero ¡cuidado!, el orgullo con que se le desprecia puede convertirse en una vida definitivamente frustrada. Sodoma, Tiro, Sidón, Nínive, Babilonia…, todo lo que Israel consideraba lo peor del mundo no es nada frente al mal de cerrarse ante la visita del Señor. Así de fuerte es la advertencia de Jesús que, naturalmente, lo que busca es que reaccionemos, porque no quiere que nadie se pierda. Quien escucha a los mensajeros del Señor, lo acoge a Él mismo y al Padre que lo envió.
ORACIÓN: Señor Jesús, aviva en nosotros el espíritu de escucha de tu Palabra, para que siempre estemos en comunión contigo y con el Padre.
Sábado 05 de octubre
Jb 42, 1-3.5-6.12-16; Sal 118, 66.71.75.91.125.130; Lc 10, 17-24
EVANGELIO: En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les contestó: «He visto a Satanás caer del cielo como un rayo. Miren: les he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y para dominar a todo poder del enemigo. Y nada les hará daño alguno. Sin embargo, no estén alegres porque se les someten los espíritus; alégrense más bien de que sus nombres están inscritos en el cielo». Y en aquel momento, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a los sencillos. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar». Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron».
REFLEXIÓN: Jesús supo ver que su Palabra era acogida y valorada, especialmente, por la gente sencilla. La mayoría de ellos estaban poco familiarizados con la interpretación de la ley de Moisés y, por tanto, eran ajenos al legalismo de los escribas y fariseos. A ellos, su sapiencia y observancia solían llenarlos de soberbia. Los sencillos de corazón, en cambio, están más abiertos a acoger las enseñanzas de Jesús y a ponerlas en práctica. Jesús lo ve claro y estalla en una alabanza al Padre llena de júbilo. La alegría, sin embargo, no debe hacernos olvidar que siempre estará rondando la presencia del mal, que busca impedir el triunfo del Reino de Dios. Por eso, nada de triunfalismos, pero caminar siempre con confianza en Dios.
ORACIÓN: Señor Jesús, enséñanos el camino de la humildad.
DOMINGO 06 DE OCTUBRE
XXVII del Tiempo Ordinario
Gn 2, 18-24, Sal 127, 1-6; Hb 2, 9-11;
Mc 10, 2-16 F. B. Mc 10, 2-12
Salterio III
EVANGELIO: En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?». Él les replicó: «¿Qué les mandó Moisés?». Contestaron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla». Jesús les dijo: «Moisés dejó escrito este precepto por lo tercos que son ustedes. Al principio de la creación Dios “los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio». Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Jesús, viendo esto, se enojó y les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan; porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él». Y tomaba en sus brazos a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.
REFLEXIÓN: Jesús responde con dos argumentos a la pregunta por el divorcio. En primer lugar, es cierto que Moisés permitió el divorcio, pero lo hizo por la «dureza del corazón» del pueblo elegido, que le impedía comprender los planes divinos. Con ello, Jesús cuestiona el legalismo, que lleva a quedarse solo en la letra de la ley y no aspirar a ideales más altos de amor y servicio. Su segundo argumento es el proyecto original de Dios, que hizo de la unión del varón y la mujer una sola carne. Repudiar a la esposa fue un añadido posterior, que no concuerda con el plan del Creador. Por tanto, «lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
ORACIÓN: Señor, es más sencillo acomodar tu Palabra