LOS TÉRMINOS DE LA MÍSTICA APOSTÓLICA
-Por padre José Furlai-
Presentamos el origen y significado de algunos términos (bastante modernos) relacionados con el tema de la mística apostólica.

Apostolado. En la Sagrada Escritura no se encuentra el término «apostolado», como tampoco la palabra «mística». Pablo nunca utiliza la palabra apostolado, sino que se define a sí mismo apóstol: este término unifica su vida (cf. como se presenta Pablo en sus cartas). La Iglesia es una, santa, católica y apostólica «Ser apóstola» es una característica de la Iglesia y significa: una Iglesia que vive a la manera de los apóstoles.
Misión. Este término se utiliza por primera vez en las Constituciones ignacianas, promulgadas en 1553. Anteriormente, se decía: «ir a los paganos» o «peregrinación pro Domino», es decir, una misión, llevada a cabo por monjes con el fin de implantar la Iglesia, que constituyó, a partir de la segunda mitad del siglo VI, uno de los factores de evangelización y renovación cultural en el norte de Europa. Basta pensar en San Columbano. El término «misión», en el sentido moderno de evangelización, siguió siendo durante mucho tiempo un término exclusivo de la Compañía de Jesús. La prueba es que cuando se fundó Propaganda Fide (1622) no se llamaba «Congregación para las misiones».
Contemplación. El término contemplación no existe en las Escrituras. En las Cartas Tusculanas, Cicerón lo atribuye a Pitágoras. Este antiguo filósofo griego, nacido en el año 571 a.C., dijo algo muy hermoso: el hombre contemplativo es quien va al mercado por la mañana y ve a la gente gastar dinero en comprar esto y aquello, luego ve a la gente ir al circo a ver las carreras y los combates de gladiadores por diversión, y se da cuenta de que todo esto es inútil. El contemplativo es aquel que deja lo efímero por lo esencial y no se disipa con las cosas que no aportan verdadera felicidad. El origen del término es filosófico: no se habla de él en relación con Dios, la gracia o la mística y no se refiere a «visiones».
Mística. En el paganismo, el misticismo era, sobre todo en el culto a Isis y el mitraísmo, la manifestación extraordinaria (por ejemplo, la profecía) que seguía a la comunicación con el dios, tras los ritos de misterio. Incluso hoy en día, cuando se habla de misticismo, se hace referencia a algo extraordinario porque se tiene una idea pagana del misticismo. En cambio, la mística, en sentido cristiano, es vivir en uno mismo los misterios de la vida de Cristo. No es algo que se alcance, sino que ya nos ha sido dado por el bautismo. De hecho, la experiencia mística por excelencia es el bautismo. La mística es simplemente la vida bautismal.
Vida mística. El Bautismo inaugura la vida en el Espíritu. Mística y vida en el Espíritu son la misma cosa. La mística contiene la contemplación: indica la vida en el Espíritu, que se nos da en el bautismo, que ‘ve´ la historia y las almas como Dios las ve (don de sabiduría). La mística es la obra que, suave y ocultamente, el Espíritu y la Palabra realizan en nosotros para cristificarnos. Escapa al lenguaje humano lógico.
Vida interior. El término tiene un significado específico. La vida interior son «las prácticas que ayudan a la persona a entrar en sí misma y a no contristar al Espíritu. Son sobre todo las virtudes pasivas: silencio, oración, discernimiento. Se puede decir que existe una vida interior del apóstol.
Vida espiritual. La vida espiritual es la vida del Espíritu. Vida interior y vida espiritual no son lo mismo. Por vida interior entendemos, como hemos dicho, las actitudes, las acciones positivas cotidianas, la escucha de la Palabra, etc. que permiten al Espíritu actuar en nosotros. El lenguaje del pasado, que hablaba de «prácticas de piedad» era más correcto que el que utilizamos ahora. Hoy lo mezclamos todo y es más difícil de entender. La vida interior es el camino para desarrollar la vida del Espíritu, es decir, la vida espiritual. La vida interior está al servicio de la vida del Espíritu.
Puede surgir una pregunta: ¿dónde está la vida de oración? ¿En la vida interior o en la vida del Espíritu? Aquí hay una duplicidad. Está en las dos, porque, en primer lugar, la oración es la acción del Espíritu que grita: «Abbá, Padre» pero, al mismo tiempo, es necesario ser perseverante en la oración (por tanto, en las prácticas de la vida interior) para estar abierto a la gracia del Espíritu. La oración es a la vez acción del Espíritu y compromiso: es gracia, pero también una responsabilidad personal. La oración es el puente entre la vida del Espíritu y la vida interior. En la oración se unen la vida interior y la vida en el Espíritu. |