LA VIDA RELIGIOSA DIGITAL
-Por Hna. Rosa Pacatte, fsp-
Te has preguntado alguna vez ¿cómo utilizan los medios digitales los religiosos de las comunidades? ¿Quién está dando forma a su visión del mundo en línea? ¿Cómo se puede transformar el tiempo que pasan delante de una pantalla en momentos significativos de comunión? En el mundo actual, la tecnología y los medios de comunicación están por todas partes, influyendo en nuestra forma de pensar, actuar y comunicarnos. Tienen el poder de unirnos, pero también pueden crear distracción y distancia.

El Papa Francisco ha advertido que “la comunicación digital puede aumentar la distancia... en lugar de acercarnos”. Sin embargo, cuando se utiliza con discernimiento, la tecnología puede fortalecer los lazos dentro de una comunidad religiosa. La clave está en guiar conscientemente nuestro uso de la tecnología, sin dejar que sea ella que nos guie a nosotras.
Aquí hay cuatro maneras para garantizar que la tecnología contribuya a profundizar la comunión en la vida religiosa, en lugar de debilitarla.
1. Establecer límites digitales y crear rituales comunitarios
Establecer límites en el uso de la tecnología ayuda a las consagradas a permanecer arraigadas en la presencia y la fraternidad. Intenta crear momentos libres de tecnología durante las comidas, la oración o el recreo comunitario. Estos espacios favorecen la escucha atenta, el compartir auténtico y una comunión más profunda. Como recordaba san Juan Pablo II: “La vida humana se enriquece a través de las relaciones auténticas”.
Al mismo tiempo, la tecnología puede mejorar la vida comunitaria a través de experiencias compartidas: ver juntos una película significativa, trabajar en un proyecto de narración digital o crear vídeos musicales o de oración. Estos rituales tecnológicos compartidos pueden convertirse en fuente de alegría y misión.
2. Utilizar la tecnología para el aprendizaje compartido y el crecimiento espiritual
La tecnología no tiene por qué aislar a los religiosos; puede fomentar el aprendizaje compartido y la colaboración. Los religiosos pueden explorar programas de formación en línea, estudiar juntos documentos de la Iglesia o profundizar en contenidos digitales de inspiración cristiana, como los medios de comunicación del Vaticano, podcasts paulinos o lecciones sobre la teología de la comunicación.
La inteligencia artificial también se puede utilizar de forma creativa, tal vez para componer juntos oraciones o himnos. El Papa Francisco invitó a todas las comunidades a construir la “cultura del cuidado” que incluya el crecimiento compartido en sabiduría, conocimiento y fe.
Para los hermanos mayores, aprender a utilizar la tecnología básica puede abrir nuevas vías de conexión, permitiéndoles comunicarse con sus seres queridos, seguir liturgias en streaming o participar en retiros en línea. Ver juntos contenidos cristianos o seguir a los llamados “misioneros digitales de la esperanza”, como los llama el Papa, puede alimentar el espíritu y renovar la misión.
3. Usar las redes sociales para cultivar la empatía y el diálogo
Los medios sociales pueden ser algo más que una secuencia de selfies y tendencias; pueden convertirse en espacios de escucha y encuentro. Las comunidades pueden reflexionar juntas sobre cómo su presencia en línea fomenta la empatía y los valores evangélicos. Compartiendo experiencias, apostolados o reflexiones inspiradoras, las hermanas pueden convertirse en testigos digitales de paz y unidad.
El Papa Francisco nos movilizaba a “comunicar con el corazón” y con “mansedumbre”.
A través del discernimiento comunitario y el diálogo, hombres y mujeres consagrados pueden debatir los acontecimientos actuales, compartir testimonios digitales y reflexionar sobre el papel de la justicia, la dignidad humana y la verdad en los medios de comunicación que consumen o producen.
4. Dar ejemplo con hábitos tecnológicos equilibrados
En la vida comunitaria, el ejemplo de los religiosos mayores o más experimentados tiene un impacto duradero. Dar un buen ejemplo en el uso de la tecnología, apagando los dispositivos durante la oración o evitando distracciones durante los tiempos de fraternidad, puede guiar suavemente a las hermanas más jóvenes hacia un uso más consciente.
Como señaló San Juan Pablo II, nuestro ejemplo forma a los demás. Utilizar la tecnología para el servicio, la evangelización, la creatividad o el estudio (sin permitir que domine la vida comunitaria) muestra que los medios deben ser instrumentos para la misión y no sustituyen la presencia real.
Si se adopta con conciencia y discernimiento, la tecnología puede fortalecer los lazos de la vida consagrada. A través de los límites compartidos, el aprendizaje común, la empatía y el buen ejemplo, las comunidades religiosas pueden transformar el tiempo frente a las pantallas en oportunidades para una comunión profunda.
El Papa León XIV nos recuerda que la tecnología nunca debe sustituir la riqueza de la presencia real. Como hombres y mujeres consagrados al Evangelio, estamos llamados a utilizar todos los medios, digitales y humanos, para construir el amor, la unidad y la misión entre nosotros y con el mundo. |