MARÍA LA APÓSTOL
-Por padre José Forlai, igs-
María es la más santa de todos: por eso es la primera apóstol; más aún, es la Apóstol
María hizo el principal aporte al Cuerpo Mistico de Cristo, es decir, a la Iglesia, con su santidad: un vigor, una exuberancia de vida abundante. Su plenitud: «Llena de gracia», se derramó sobre todas las almas: desde Juan Evangelista hasta Juan Bosco; desde los Mártires hasta las Vírgenes; desde los Papas hasta el piadoso
trabajdor.
María es, por elección divina, constituida la gran Madre de los redimidos por Cristo. Ella está a la cabeza de la nueva familia que formó Jesucristo. Como Eva, madre en cuanto al cuerpo del género humano; así María inauguró una raza nueva, cristiana y santa. Madre espiritual nuestra, nos transfundió su vida, engendrándonos en la angustia del Calvario. La Iglesia en la Salve Regina la saluda «vida».
Una madre inculca su sangre, a menudo su carácter, cualidades y tendencias en sus hijos. María infunde en las almas tendencias, gustos, su amor, ella misma. Y esto tanto más cuanto más se acerca un alma a Ella: «En mí está toda esperanza de vida y de virtud».
María es Reina. Lo que es de la Reina también es de los súbditos. Un pueblo es tanto más poderoso cuanto más poderoso es el soberano. Afortunados los que tenemos una Reina tan grande: «Alta más que una criatura»; sus bienes y poderes son todos para nosotros: ella los usa en beneficio de sus súbditos e hijos.
María se ha convertido en la esperanza de todos: del pecador, del enfermo, del justo, del pobre, del náufrago: de todos. Ella es llamada la omnipotencia suplicante. San Pier Damiani escribe: «Cuando María se presenta al Trono de Dios, no lo hace tanto para suplicar, sino para explicar su voluntad: ya que no se acerca como sierva, sino como Madre y Soberana».
A María se le hace esta declaración: «Lo que el Señor puede por naturaleza, tú puedes por gracia».
Las gracias de María son, por tanto, innumerables: luz de los Padres, sabiduría de los Doctores, erradicadora de herejías, vida de la Iglesia. Un apostolado inmenso, perpetuo, eficacísimo realiza desde el cielo, y san Germán le dice: «Ninguno está libre de un mal, si no es por ti, oh Inmaculada; nadie recibe un bien si no es por tí, oh Señora Misericordiosa; nadie alcanza la victoria final, si no es por ti, oh Virgen Santísima». La oración de María marcó el inicio del ministerio público de Jesús en Caná: «Este inicio de los signos (hizo Jesús)».
Apostolado de todos
Alégrense las almas que, en silencio, rezan y sufren.
¡El mundo provoca a Dios a la indignación y al castigo! Pero lo salvan con la reparación. Trabajan en la edificación del Cuerpo de Cristo, quizás más y mejor que quienes viajan por el mundo, que quienes se agotan en laboriosas empresas. Un alma verdaderamente llamada a la clausura, entra en ella para encontrar a Dios, y para ejercer el apostolado más eficaz en favor de las alma: destruir al hombre viejo y sustituirlo por el nuevo: «Para mí vivir es Cristo».
El corazón de Pablo era el corazón de Jesucristo. El Corazón purísimo de María fue el corazón más apostólico después del de Jesús. Todos los bienes sobrenaturales de la humanidad salieron del Corazón de Jesús y del Corazón de María.
Después del Corazón de Jesús, ningún corazón amó tanto a la humanidad como el Corazón de María.
A menudo es bueno decir: un trabajo menos, y media hora más a Dios meditando y rezando; o bien: obras sí, pero obras vitales.
Siembra, sí, pero riega con la oración. Es una verdad de fe: «Es Dios que hace crecer». Cava un manantial de agua para regar el campo sembrado. Un sistema eléctrico amplio y perfecto, sí, pero hay que alimentarlo con corriente para que la ciudad esté iluminada; para que la fábrica esté en actividad productiva. Busquemos la santidad; pero busquémosla a través de María. Demos por sentado que un alma no puede ser verdaderamente devota de María si no tiene sed de almas, como Jesús. No se parecería ni a Jesús apóstol ni a María apóstol; sólo los imitadores son hijos de María y están unidos a Jesús. Los que no poseen la mente y el corazón de Jesús y María, ¿cómo pueden vivir la vida en unión con Jesús y María?
A todos los amantes de Dios, Jesús nos recuerda: «Hay un segundo precepto semejante al primero: Amarás a tu prójimo». |