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EL CORDERO DE DIOS. SÍMBOLO DE REDENCIÓN Y ESPERANZA
-Por Lic. Santiago F. Garavaglia-

En el vasto mar de imágenes y metáforas bíblicas, una de las más potentes y conmovedoras es la del "Cordero de Dios". Este término, profundamente arraigado en las Escrituras y la tradición cristiana, se refiere a Jesús y su papel redentor. Pero, ¿qué significa realmente? ¿Por qué se utiliza esta imagen y qué nos quiere transmitir? Para entender esto, es necesario explorar las Escrituras y comprender el contexto y la intención detrás de este símbolo.

El término "Cordero de Dios" se encuentra explícitamente en el Evangelio de Juan, cuando Juan el Bautista ve a Jesús y declara: "¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!" (Juan 1,29). Esta proclamación tiene raíces profundas en la tradición judía y su comprensión del sacrificio.

En el Antiguo Testamento, los corderos eran animales sacrificados como parte de los rituales de expiación de los pecados. El más notable de estos sacrificios era el del cordero pascual, cuya sangre salvó a los israelitas durante la primera Pascua en Egipto (Éx 12,1-13). Este cordero se convirtió en un símbolo de liberación y salvación.

Al llamar a Jesús "el Cordero de Dios", Juan el Bautista está señalando que Jesús es el cumplimiento de todas esas promesas y profecías, el sacrificio definitivo, cuyo derramamiento de sangre no solo recuerda la liberación de Egipto, sino que también proporcionará una nueva y definitiva redención del pecado.

El término "Cordero de Dios" no es solo una referencia a los sacrificios del AT. Tiene un significado mucho más profundo y teológico. En el NT, la imagen del cordero se amplía para incluir varias dimensiones de la misión y el sacrificio de Jesús.

Primero, como se menciona en 1 Pedro 1,19, Jesús es descrito como un cordero "sin mancha ni defecto". Esto enfatiza su pureza y perfección, cualidades necesarias para un sacrificio que pudiera expiar los pecados de toda la humanidad. Jesús no tenía pecado, lo que lo hacía el sacrificio perfecto.

En segundo lugar, en el Apocalipsis, se presenta al Cordero como un ser que ha sido sacrificado pero que vive y reina con poder y gloria (Ap 5,6-12). Aquí, el cordero no es solo un símbolo de sacrificio, sino también de victoria y autoridad. El sacrificio de Jesús no es el final de la historia, sino el comienzo de una nueva era de redención y esperanza.

Sin embargo, para entender por qué se dice que Jesús quita el pecado del mundo, es crucial entender la naturaleza del pecado y el propósito del sacrificio en la teología cristiana. El pecado, en su esencia, es una separación de Dios. Es una ruptura en la relación entre el ser humano y su Creador, que lleva a la muerte espiritual y, en última instancia, a la muerte eterna.

El sacrificio de Jesús, el Cordero de Dios, tiene como objetivo reparar esta ruptura. A través de su muerte en la cruz, Jesús toma sobre sí mismo los pecados de la humanidad. En términos teológicos, esto se conoce como "expiación". Él sufre el castigo que merecemos por nuestros pecados, y a cambio, nos ofrece su justicia y vida eterna. La frase "que quita el pecado del mundo" subraya la magnitud y la universalidad de este acto redentor. No es solo un sacrificio por los pecados de un grupo particular de personas, sino por toda la humanidad. Esta es una invitación abierta a todos para recibir el perdón y la reconciliación con Dios.

El término "Cordero de Dios" encapsula el corazón del mensaje cristiano: la redención y el amor de Dios manifestado a través de Jesucristo. Jesús, como el Cordero de Dios, es tanto el sacrificio perfecto como el victorioso que quita el pecado del mundo. Este título nos invita a reflexionar sobre la profundidad de su amor y el costo de nuestra salvación.

Para los creyentes, esta imagen es una fuente constante de esperanza y consuelo. Nos recuerda que, sin importar la magnitud de nuestros pecados, hay un camino hacia la reconciliación y la paz con Dios. Jesús, el Cordero de Dios, ha hecho posible la restauración de nuestra relación con el Padre y nos ofrece la vida eterna.

En nuestras vidas diarias, este conocimiento nos llama a vivir en gratitud y compromiso con el mensaje del Evangelio. Nos invita a imitar la humildad y el sacrificio de Jesús, y a compartir con otros la buena nueva de su amor redentor. Que el reconocimiento de Jesús como el Cordero de Dios nos inspire a vivir vidas de santidad y servicio, reflejando su luz en un mundo que tanto lo necesita.

*Santiago Garavaglia es Licenciado en Teología
y estudiante de la Maestría en Teología
Dogmática en la Universidad Católica de Córdoba
https://elblogdelteologo.blogspot.com/

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